Mucha policía, pocos hinchas y silencio en la Champions de la pandemia
EFE
Cerca de un centenar de policías, una veintena de aficionados dispuestos a hacerse oír y otras dos decenas de curiosos. Así esperan los alrededores del lisboeta Estadio da Luz, uno de los escenarios de la Liga de Campeones del año de la pandemia, que arranca este miércoles de forma completamente atípica.
El Atalanta-París Saint Germain abre la fase final de ‘Champions’, que acoge Lisboa tras los desbarajustes provocados por la pandemia. Y lo hace con enorme discreción: ni carteles por la ciudad, ni mensajes más allá de aquellos que reiteraran que hay seguridad sanitaria, que lleva a evitar que haya público en los partidos.
Las pocas pistas de que se celebra un acontecimiento de esta magnitud la dan los muchos reporteros desplazados a la ciudad, haciendo conexiones en directo en plazas semivacías.
Salvo esta imagen, es una tarde clásica de agosto, sin demasiado tráfico en las calles, ni siquiera en las cercanas al Estadio da Luz, pese a que aquí debutan en cuartos de final los italianos del Atlanta, verdugos del Valencia, contra los parisinos.
Son los hinchas de los primeros los más «madrugadores» a la hora de acercarse a las instalaciones todo lo que pueden. Lo hacen a media tarde, cuando comienza el despliegue de seguridad de la policía portuguesa, equipados con viseras y mascarillas.
En total, una veintena de aficionados apostados en la rotonda por la que debe entrar el autobús del Atalanta, al que esperan con cánticos para animar el ambiente.
Y mientras, los agentes, casi cien, se despliegan en torno a la entrada. No se acercará nadie, ni los aficionados, resignados a ver la escena a distancia, ni la veintena de curiosos, muchos de ellos franceses, que preguntan algo despistados si pueden quedarse allí.
Otros son portugueses, que simplemente vienen a constatar las diferencias entre esta ‘Champions’ y aquella final de 2014 entre Real Madrid y Atlético que hizo vibrar a toda Lisboa.
«Venimos a ver el ambiente. Quizá nos quedemos hasta que llegue el autobús, por lo menos es lo que quiere hacer mi hijo», comenta a EFE Ana Catarino, resignada ante la espera.
Es rara, concluye, la escena que ve, con las avenidas aledañas al estadio vacías y con un extraño silencio. Mientras Catarino, su hijo, y los demás curiosos deben retroceder aún más por indicaciones de los agentes, aparece alguien con camiseta de Mbappé. Le saludan cánticos de la veintena de aficionados italianos de la rotonda.
A pocos metros de allí, bordeando el estadio, se encuentra otra de las principales entradas, hoy también dedicada a aclarar equívocos de los más despistados, que intentan -como sucede en un día normal- acceder por aquí a un centro comercial cercano.
«¡No! No se puede, hoy es día de partido», insiste el guardia de seguridad. En media hora, ha tenido que recordar varias veces que este miércoles hay Champions en Lisboa. EFE