Modos de vivir la espiritualidad, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Así como el cuerpo necesita de cuido, de buena alimentación, el alma necesita vivir y ser llenada espiritualmente, hay quienes viven la espiritualidad de la comida rápida, esta se refiere a la cultura que estamos viviendo en donde debe ser para ya todo y no hay tiempo para desperdiciar, debemos ser multifacéticos y obtener resultados inmediatos y lamentablemente el camino espiritual no puede alcanzarse para «ya».
Empezamos a dejarnos llevar por los vicios, los pecados capitales, las superficialidades y todo aquello que puede o creamos que puede llenar nuestra vida nuevamente de color y emoción, porque ya seguir el camino de Dios resulta aburrido, rutinario y solo buscamos cumplir para sentirnos buenos cristianos. Otros intentan llenar sus vacíos espirituales buscando creer, aunque sepamos que es absurdo, que una vida espiritual es la respuesta para gozar de una vida libre de desafíos en dónde Dios será quién se encargue de nuestras dificultades y problemas sin tener nosotros que mover ni siquiera un dedo, ¡falso también!.
Hay quienes empiezan a seguir a grupos como una manera de sentirse que pertenecen a algo, siguen modas, creencias, tradiciones, incluso llegan a compartir modos de pensar más extremos por las necesidad de sentirse aceptados. Cuando algunas personas alcanzan (o al menos creen que es así) un cierto grado de sabiduría, empiezan a cerrarse y a percibirse como superior a los demás espiritualmente hablando, incluso algunos llegan a sentirse dioses porque creen que en alcanzado la iluminación total, que no hay nada más que aprender.
Amigos, todos estamos en proceso de aprender hasta el último minuto de nuestra vida, ningún ser humano llega a la iluminación total, podremos llegar a entender y comprender muchas cosas, pero siempre habrá algo más que aprender y entender, sentirse iluminado completamente es un acto de soberbia.
A través de ciertos ejercicios espirituales lograremos a través del tiempo romper la coraza que hay en nuestro corazón y descubrirnos nuevamente alegres, gozosos retomando el camino y ejemplo de Dios; empezaremos ese proceso de enamoramiento hacia Dios y todo empezará a cobrar sentido una vez más. No hay camino que pueda llenarnos más de gozo como cristianos que servir a Dios, escuchar su llamado, seguirle, confiar en él y disfrutar de sus bendiciones. El amor a Dios todo lo cura, todo lo puede, todo lo espera.
Vivamos siempre con la certeza de que Dios nos ama infinitamente y con locura, somos sus hijos amados y como nuestro padre siempre estará dispuesto a perdonarnos, escucharnos, a darnos la fortaleza y la sabiduría para afrontar los problemas con inteligencia y salir victoriosos de ellos. Dios es omnipresente, omnipotente, pero su mayor poder es el amor que le entrega a cada instante a cada uno de nosotros, aunque no podamos verlo sabemos que está allí siempre para cuidarnos, protegernos de todo mal, perdonar nuestros pecados, llenarnos de gozo y de alegrías infinitas porque él Dios y con Dios ¡siempre ganamos!
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