MEDIOAMBIENTE | El papel mineral que se hace sin agua y sin árboles
Con información de Hipertextual
En el opus magnus de Stephen King, la saga de la Torre Oscura, en el mundo del pistolero, el papel era un bien más preciado que el oro. Esta sutil referencia sirve para explicar, en parte, el valor que tiene este material en muchísimos sentidos.
Para nosotros el papel es esencial, pero producirlo tiene un coste: árboles. Eso en el sentido más simplista. Hacer papel es costoso y tiene un impacto ambiental severo. ¿Y si pudiéramos reducir ese impacto? ¿Y si, además, usáramos para ello el recurso más abundante de la Tierra? ¿Y si el resultado fuera un folio más resistente, capaz de aguantar bajo el agua y perfectamente blanco? Esto es lo que promete el papel mineral.
¿Qué es el papel piedra?
En el papel piedra, papel mineral, Stone paper, Non-wood paper u otra decena de nombres homónimos se esconde un producto procedente del carbonato cálcico que se parece mucho a la celulosa. Las hojas blancas son prácticamente iguales y se puede dibujar sobre ellas con tintas y lápices de la misma manera que en el papel normal.
También se pueden comprar con líneas de guía o impresas. Su textura es mucho más resistente que la de las hojas hechas con pulpa de madera, por lo que no se rompe tan fácilmente. Además, se pueden hacer otro tipo de objetos como bolsas de papel, cartón y casi cualquier cosa que se nos ocurra, en base a este papel mineral.
Sinceramente, su uso es prácticamente el mismo que el de su homólogo vegetal, con algunas ventajas añadidas: es hidrófobo, no se mancha ni se estropea con los líquidos. Tampoco con los aceites. No se rompe tan fácilmente ni arde tan rápido. Pero lo mejor es que para fabricarlo no hace falta ni gastar agua, ni usar ácidos (para el blanqueamiento), ni árboles… El papel mineral se hace a partir de polvos de carbonato cálcico, que es el recurso más abundante en la Tierra, normalmente obtenido del reciclaje de minerales varios.
En su estado natural (limpio), el polvo es de un prístino color blanco. Este se mezcla con Polietileno de alta densidad, o PEAD, con lo que se hace la masa y se producen las hojas aplicándole calor sobre un torno. El proceso, en ese sentido, es muy parecido al del papel normal, pero mucho más sencillo.
La lámina de papel mineral es cortada en el formato que se requiere. También se pueden utilizar variaciones y modificaciones, usar tintes y mil técnicas más, utilizadas en la papelería tradicional. Por si fuera poco, esta sustancia es 100% reciclable.
Y el PEAD se puede obtener del reciclado de los plásticos. Las hojas se degradan en unos seis o nueve meses al sol, lo que facilita el proceso una barbaridad. Así que, en muchos sentidos, el papel mineral es una mejora sustancial al de toda la vida. Si esto es así, ¿por qué todavía no lo usamos de manera común? La razón está, seguramente, en su coste. Tampoco es excesivamente elevado, pero es mayor.
¿Es tan limpio como lo pintan?
En un primer momento, el escepticismo se apoderó de mí: «¿Una hoja que no es de papel y se hace con plástico?” Esto tiene que tener un alto impacto ambiental. Sin embargo, los estudios revisados no indican lo mismo.
La huella de carbono es una medición del impacto medioambiental que produce un proceso, cosa o entidad según los gases de efecto invernadero emitidos de forma directa o indirecta. Por ejemplo, este índice tiene en cuenta los gases emitidos por el proceso de fabricación, por la energía necesaria para el proceso, por el transporte del producto… En el caso de la celulosa, la producción de 1.000 Kg puede llegar a emitir unos 1.432 Kg de CO2, lo que equivaldría a los gases de un coche viajando 6.810 Km.
El índice de carbono del papel mineral nos dice que por cada 1.000 Kg se producen 482 Kg de CO2, (unos 2.290 Km en coche). Además, no se emplea ni se gasta agua de ningún tipo. Tampoco se utilizan blanqueantes como el ácido, cuya manipulación y restos son complicados y muy contaminantes.
Por otro lado, el 80% del carbonato cálcico empleado en el papel mineral se obtiene de restos desechados de canteras, lo que reduce mucho el impacto de la producción (ya que se emplea el mismo viaje, transporte, etc).
Aún así, aunque todo apunta a que el papel mineral tiene las de ganar, lo cierto es que los estudios no demuestran actualmente una mejora sustancial en el impacto ambiental por el uso de este material. Según los investigadores, esto se debe a que los ciclos de reciclaje y uso todavía están en pañales. Algo que concuerda con la realidad: la producción y uso del papel mineral es todavía anecdótica.
Como decíamos, el proceso es más caro. En concreto, unas 1,9 veces más caro que el papel nuevo y unas 2,1 veces más caro que el del reciclado. Pero tengamos en cuenta que esto es así sin que se haya estandarizado su uso.
Y el coste no es desorbitado. Probablemente, con el tiempo y según se normalice su producción, el coste se reducirá notablemente, quién sabe si desplazando al papel de pulpa. Los plásticos son materiales muy baratos de procesar y manejar, algo a lo que estamos muy acostumbrados. Aun así, el papel piedra presenta tres de problemas.
El primero es que, como decíamos, tiene un degradado rápido ante la luz del sol, lo que puede ser bueno (para que no queden restos), pero malo si tenemos en cuenta que el PEAD es un contaminante importante. ¿Qué le ocurre al plástico cuando la hoja se degrada? Se queda, ensuciando el entorno de manera peligrosa.
El otro problema es que seguimos dependiendo de los plásticos. El PEAD es uno de los materiales más usados en el mundo, con su doble filo: bueno y malo. Y pasarnos al papel mineral sólo hará perpetuar su uso. Por último, como decíamos, si dejamos las hojas al sol, se terminarán por destruir, lo que puede suponer un problema para los libros impresos con este material.
Aunque también pueden durar casi eternamente cuando son enterradas, como el resto de plásticos, lo que tampoco tiene por qué ser bueno. Aunque en definitiva, por el momento, este tipo de materiales parece una gran alternativa a seguir deforestando nuestros bosques sin mesura ninguna.