Más sobre la Realeza de María, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
La Virgen María fue elegida para ser madre de Dios y ella aceptó, por eso alcanza tales alturas de gloria, nadie se le puede comparar ni en virtud ni en mérito, a ella le pertenece la corona del cielo y de la tierra.
María está sentada en el cielo, coronada por toda la eternidad en un trono junto a su hijo, tiene entre todos los santos el mayor poder de intercesión ante su hijo por ser la que más cerca está de él.
La iglesia universal la proclama como señora y reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes, es reina del cielo y de la tierra, gloriosa y digna reina del universo, a quien podemos invocar día y noche no solo con el dulce nombre de madre sino también con el de reina como la saludan en el cielo con amor y alegría los ángeles y todos los santos.
Cuando rezamos el Ave María resuena “Dios te salve María, llena eres de gracia”; María quiso ser virgen y Dios aceptó su deseo y la enriqueció con la maternidad divina sin perder la virginidad, nunca pensó en ser reina pero Dios la colocó por encima de todos los coros celestiales, la única ocasión en el evangelio donde escuchamos que María habla largo es en el Magníficat cuando va a visitar a su prima Isabel y ella dice: “Glorifica mi alma al señor y salta de gozo mi espíritu en Dios mi salvador porque hizo en mi cosas grandes el todopoderoso”, es el éxtasis de la humildad en la apoteosis del triunfo.
En la salve rezamos “Dios te salve reina y madre de misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve, a ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos a ti confiamos, muéstranos a Jesús después de este destierro, ruega por nosotros.”
En las letanías lauretanas el título de reina se repite muchas veces; reina de los ángeles, reina de los patriarcas, reina de los profetas, reina de los apóstoles, reina de los mártires, reina de todos los santos, reina concebida sin pecado original, reina elevada al cielo, reina del santísimo rosario, reina de la familia, reina de la paz.
Las letanías de la Virgen dejan de ser súplicas y se convierten en exclamaciones de triunfo y le decimos madre del salvador, virgen poderosa, espejo de justicia, rosa mística, trono de sabiduría, arca de la alianza, puerta del cielo.
Amigos, pasará la gran tribulación de la tierra, este mundo de dolores y muerte dará paso a un universo nuevo, nuevos suelos y nueva tierra en que Dios será todo en todos.
“Canta mientras caminas mirando a María”, decía San Agustín, hoy la virgen inmaculada limpia de todo afecto de la tierra y llena de pensamientos del cielo no volvió a la tierra, está en el cielo a la derecha de su hijo.
Cristo verdad y vida y Jesús dijo: “donde yo estoy ahí estará ella”, por eso con mayor razón la virgen tiene que estar en el cielo donde él está porque él es Dios y ¡con Dios siempre ganamos!