Maria y Zacarías, por María García de Fleury
800 Noticias
Soy María García de Fleury. San Lucas es el escritor del Evangelio que más se enfoca en la preparación. Muestra cómo se preparó el camino para la llegada del Hijo de Dios y cómo nosotros mismos debemos estar preparados. El ángel Gabriel se le apareció a Zacarías en el templo y le prometió que su esposa daría a luz un hijo que prepararía el camino para la venida de Cristo.
A Zacarías le costó mucho creer eso, porque él y su esposa ya habían superado los años para tener hijos. Pidió una señal y el ángel le dio más de lo que esperaba. No pudo hablar hasta que se cumpliera la promesa. En ese punto del Evangelio de Lucas hay un cambio de escenario. Lucas pasa desde el gran y santo templo de Jerusalén a una aldea oscura en una región remota no conocida y hace que nos alejemos de ese conocido sacerdote hacia una campesina desconocida, de un anciano a una mujer joven.
Nos lleva de Zacarías a María. Hay alguna similitud sorprendente entre lo que le sucede a Zacarías y a María. Ambos son visitados por el ángel Gabriel. A ambos se les hace lo que parecía una promesa imposible que involucra a un niño. Uno de ellos sería lleno del Espíritu Santo mientras aún estaba en el vientre de su madre y el otro sería concebido por el Espíritu Santo. Y a ambos se les da una señal. Las similitudes terminan ahí. Porque Zacarías tenía un matrimonio de muchos años con Isabel.
Pero María era una joven adolescente de un pequeño pueblo llamado Nazaret en la región de Galilea. Estaba comprometida con un joven carpintero llamado José. Eso significa más que el compromiso actual. Era un contrato vinculante. Cualquier incumplimiento del mismo se consideraba adulterio y para salir de allí había que iniciar trámites de divorcio. Las parejas comprometidas tenían muchas de las responsabilidades del matrimonio pero sin los privilegios.
Cuando apareció el ángel Gabriel ocurrió lo impensable. La saludó de forma extraña diciéndole Dios te salve María, el Señor está contigo. María evidentemente se desconcertó. El ángel Gabriel sintió su confesión y explicó más. Concebirás y darás a luz un niño, el tan esperado Mesías. María preguntó cómo podía ser eso pero no dudó como fue el caso de Zacarías. Pero María estaba confundida y entonces vino la sorpresa. ¿Quién dijo que sería el padre? ¿Qué dijo sobre el Espíritu Santo dejándome embarazada? Imagínense el remolino de emociones.
Por un lado quedó atónita por el honor que le estaban dando pero por el otro lado temía cómo podía terminar esto. La ley judía decía que un hombre o una mujer que cometiera adulterio debía ser apedreado. ¿Quién le creería su historia? Lo más probable es que iba a quedar deshonrada. Todos sus sueños estaban muriendo.
Una parte de María quería caer en alabanzas agradecidas pero otra parte quería protestar porque era una intromisión injusta en su vida. Pero de alguna manera en ese campo de batalla de su propio corazón ella decidió rendirse. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Con fe sencilla María le dijo sí a Dios. Ese es el espíritu de la Navidad, la humildad.
María dice sí a la intrusión de Dios porque estaba segura que Dios sabe más que nosotros. Su humildad la expresó en la entrega por completo a Dios consciente de que con Dios siempre ganamos.
Le interesa: La Novena de Navidad, por María García de Fleury
Únete a nuestro canal de Telegram, información sin censura: https://t.me/canal800noticias