Los Apóstoles Felipe y Santiago, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
San Felipe y Santiago fueron dos de los apóstoles de Cristo que murieron mártires a causa de su fe.
Felipe nació en Betsaida y fue discipulo de San Juan el bautista, fue uno de los primeros apóstoles llamados por Jesús y de él recordamos algunos momentos especiales como cuando un día le preguntó Jesús viendo a la multitud sentada frente a ellos, Felipe, ¿cómo vamos a darle de comer a tanta gente?.
Otro dia Felipe le pidió permiso a Jesús para ir a enterrar a su padre y Jesús le respondió: «sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos». Felipe tenía tanta confianza con Jesús que en la última cena le pidió: «Maestro, muestranos al padre».
Después de la ascensión, Felipe recibió el Espíritu Santo en pentecostés junto a los otros apóstoles y la virgen María y de allí salió a evangelizar en la región de Frigia, actualmente lo que es Turquía, Hungría, Ucrania y el este de Rusia.
Felipe fue martirizado y murió crucificado y apedreado en Hierápolis, una antígua ciudad sagrada que hoy está en ruinas y ubicada en la actual Pamukkale, provincia de Denizli, Turquía. Sus reliquias fueron llevadas a Roma y están colocadas en la basílica de los 12 apóstoles.
Por su parte, Santiago, era llamado el hijo del Alfeo y primo del Señor, porque su madre era pariente de la virgen María. A él se le atribuye La Carta de Santiago, que está en la bíblia, una de sus frases más profundas y famosas es «la fe sin obras está muerta».
Santiago era muy querido y lo llamaban el obispo de Jerusalen, de acuerdo a San Pablo junto con San Pedro y San Juan, Santiago fue una de las principales columnas de la iglesia, de hecho en los registros históricos de la época lo llaman «el santo» y los fieles aseguraban que nunca había cometido un pecado grave, ni tomaba licor ni comía carne; más bien pasaba tanto tiempo de rodillas que por eso se le hicieron cayos en las rodillas.
En sus oraciones, Santiago le pedía perdón a Dios por los pecados de su pueblo, por esa razón la gente lo llamaba «el que intercede por el pueblo». Estas acciones conmovieron a muchos judíos y por el ejemplo de Santiago se convirtieron. El éxito de su evangelización provocó escándalo entre los fariseos y los escribas, por eso en un día de fiesta el sumo sacerdote Anás II, aprovechando la concurrencia le dijo: «te rogamos que ya que el pueblo siente por ti gran admiración te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el mesías ni el redentor».
Ante este pedido, Santiago respondió. «Jesús es el enviado de Dios para la salvación de los que quieren salvarse, y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios». Los sumos sacerdotes se enfurecieron por esa respuesta, porque temían que todos los judios se convirtieran al cristianismo, entonces tomaron a Santiago, lo llevaron a la parte más alta de ¿l templo y desde allí lo lanzaron al precipicio. El apostol murió de rodillas mientras rezaba. «Padre Dios, te ruego que los perdones, porque no saben lo que hacen, exclamó.
Los apóstoles Felipe y Santiago supieron perdonar porque lo aprendieron de Cristo. Cristo es Dios y con Dios ¡siempre ganamos!