Llueven críticas en Chile por el costo económico de la visita del papa Francisco
Agencias
El impacto económico de la visita del papa Francisco a Chile, con un presupuesto de unos 18 millones de dólares y la declaración de días feriados, ha provocado reproches en algunos sectores políticos y sociales, que recuerdan que el país austral es un Estado laico.
El costo total de la visita del pontífice, que estará en Chile del 15 al 18 de enero, asciende a unos 18 millones de dólares, un monto que financiarán la Iglesia católica y el Estado chileno.
La Iglesia se hará cargo de unos 6,5 millones de dólares, que se destinarán casi exclusivamente a la organización de las misas masivas que Jorge Mario Bergoglio ofrecerá en las ciudades de Santiago, Temuco e Iquique.
Para obtener los fondos, la Conferencia Episcopal ha lanzado una campaña solicitando la aportación de los fieles en todas las parroquias y templos del país, así como a personas naturales y empresas.
El resto del presupuesto, unos 11,5 millones de dólares, lo pagará el Estado y los recursos irán destinados principalmente en medidas de seguridad y logística.
La visita del pontífice, que recibirá el trato de jefe de Estado, requerirá la intervención y coordinación de una decena de organismos y servicios públicos.
Más de 4.000 funcionarios de Carabineros, Policía de Investigaciones (PDI), Aduanas y el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) serán movilizados a Temuco e Iquique, se alquilarán vehículos para los equipos de seguridad y logística, y se pagarán dietas y horas extraordinarias a empleados públicos.
Otro aspecto de la visita papal que tendrá consecuencias en el ámbito económico es la consideración de días festivos en las regiones que visitará Francisco.
La medida fue propuesta por el Gobierno con objeto de facilitar la asistencia de los fieles a las actividades públicas de Francisco.
El proyecto de ley se aprobó en la Cámara de Diputados y posteriormente en el Senado por una amplia mayoría de votos, aunque algunos parlamentarios y senadores se opusieron.
De acuerdo al informe financiero del proyecto, el costo de un día festivo en la Región Metropolitana de Santiago asciende a unos 10 millones de dólares.
Esta medida fue criticada por la Cámara de Comercio de Santiago, cuyo presidente, Manuel Melero, aseguró que Chile parece un «país cavernario», pese a ser un Estado laico desde el siglo XIX.
«No puede paralizarse todo un país por la venida de un dignatario eclesiástico», se quejó el dirigente gremial.
También se opuso la Sociedad Atea de Chile, que en un comunicado fustigó los «privilegios políticos y económicos» que reciben los católicos frente a los fieles de otros credos.
Esta organización considera «excesivo» el costo público de la visita del papa Francisco, y recalca que el país tiene «necesidades económicas mucho más urgentes que la evangelización católica de la sociedad».
La Iglesia y los organizadores de la visita, por su parte, defienden el presupuesto y sostienen que las cifras son adecuadas para un evento masivo, como podría ser una Copa América de fútbol.
Benito Baranda, coordinador del Estado para la visita de Francisco, subrayó que para establecer el presupuesto, las autoridades se fijaron en el viaje del papa a Colombia en septiembre del año pasado, donde por cada dólar invertido en algunos lugares se recuperaron otros diez en ingresos.
«Desde el punto de vista de los tributos, Chile será un país muy recompensado, pues se van a recuperar los recursos invertidos en esos cuatro o cinco días», aseguró.
El sacerdote jesuita Felipe Berríos, uno de los religiosos más influyentes del país y quien siempre se ha distinguido por trabajar al lado de los más desfavorecidos, considera que el rechazo ciudadano que, según algunas encuestas, despierta el costo del viaje del papa, se debe a la «molestia» por el alejamiento de la Iglesia con respecto a la sociedad.
«Nadie se preguntó cuánto costó la visita de Juan Pablo II (en 1987) o cuánto costó la visita del presidente de China (en 2017), porque se acoge al invitado», señaló a Efe Berríos, quien añadió: «Estamos en una sociedad tremendamente mercantilista y todo lo medimos con la plata».