La Virgen de Luján, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Cada 8 de mayo la iglesia celebra el día de la Virgen del Luján, su devoción es una de las más populares en países latinoamericanos, sobretodo en Argentina donde es la patrona del país. Tambien tiene fieles seguidores en países vecinos, porque en 1930 el papa Pío XI la declaró patrona de Uruguay y de Paraguay.
Su imagen es muy conocida tanto para los creyentes como para los no creyentes y tiene una historia muy simpática porque en 1630 un ascendado portugués llamado Antonio Farías Saa, residente de Santiago del Estero, le pidió a un amigo llamado Fernando Andrea que vivía en Pernambúco, Brasil, que le enviara una imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
El amigo tenía dos imágenes y decidió enviarlas para que Farias de Saa eligiera, pero al llegar al puerto de Buenos Aires en marzo de 1630, cada uno de los cajones con la virgen, los montaron en una carreta diferente tirada por bueyes hacia su destino final. De repente, una de las carretas se detuvo inexplicablemente a 10 leguas de la actual ciudad de Luján, en el paraje de Celaya, provincia de Buenos Aires denominado Árbol Solo, que queda a orilla del rio Luján en la actual provincia de Buenos Aires.
Creyendo que se trataba de un problema del peso de la carga, empezaron a bajar las cajas pero nada que se movía, hasta que bajaron la caja que contenía la imagen de la virgen. Para su asombro, los animales solo se movían para seguir viaje si la caja con la virgen se quedaba en ese lugar. Esto fue interpretado como una señal de que debía quedarse allí y allí la dejaron.
Entendieron que la Inmaculada Concepción no quería irse de ese lugar, lo interpretaron como un designio divino. Lo increible es que la escultura de la virgen mide apenas 38 centimetros y está realizada en terracota, arcilla cocida.
Luego de venerar la santa imagen, la llevaron a la casa de Rosendo y este le levantó un humilde altar. Uno de los trabajadores de Rosendo, llamado Manuel, se encargó del culto de la virgen y que la lámpara que la alumbraba siempre estuviera encendida. 50 años después, al fallecer Rosendo, la estancia se despobló y la ermita quedó sola al cuidado de Manuel.
Hacia el año de 1671, Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos Sequeira, que conocía acerca de lo milagrosa que era la imagen, estaba muy adolorida por el abandono en que quedaba la ermita y la imagen tambien, por eso le pidió permiso al cura de la Catedral de Buenos Aires para comprarla.
Doña Ana de Matos la instaló en el oratorio de su casa ubicada en lo que es hoy la ciudad de Luján, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la virgen no estaba en su altar; buscaron por toda la casa y alguien insinuo que podía estar en la ermita de don Rosendo, fueron a buscarla y ahí estaba junto a Manuel. La llevaron de regreso y la virgen sola regresó donde Manuel.
El obispo de Buenos Aires organizó entonces un traslado procesional de la imagen, desde la antigua ermita de Rosendo hasta la casa de doña Ana Matos el 8 de diciembre, como preparación a una nueva elebración de la purisima concepción; esta vez Manuel iba con ellos.
El 2 de octubre de 1682, doña Ana donó sus tierras a la imagen de la virgen para que allí se fabricara una capilla y la imagen de la virgen se quedara perpetuamente en estas tierras, así se originó la verdadera fundación de la actual ciudad de Luján y del gran santuario que existe hoy para veneración de la madre de Dios y gloria de Dios, porque con Dios ¡siempre ganamos!