La Virgen de Guadalupe y el Tepeyac, por María García de Fleury
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La Virgen de Guadalupe dejó un mensaje muy importante y consolador, le dijo a Juan Diego: porqué te preocupas si aquí estoy yo que soy tu madre. La Virgen de Guadalupe es un testigo fiel de los cambios sociales, culturales y principalmente religiosos que surgieron a partir de la Conquista española.
La aparición ocurrió 40 años después de la llegada de Cristóbal Colón a América, y 10 años después que Hernán Cortés con sus 500 hombres conquistara México. En ese momento Europa acababa de descubrir la civilización azteca con una infraestructura muy avanzada en materia arquitectónica y astronómica. Adoraban a los astros, tenían una religión sangrienta, Huitzilopochtli era el Dios de la Guerra, y había que hacerle sacrificios humanos.
La madre de Huitzilopochtli era Coatlicue (que significa la falda de la serpiente), Diosa de la fertilidad, de la vida y de la muerte. A Coatlicue le salían dos serpientes de la cabeza, absolutamente satánicas y su templo estaba en el monte Tepeyac, ahí donde se le apareció la Virgen a Juan Diego un 12 de diciembre de 1531 en plena ciudad capital del imperio Azteca.
Juan Diego la llamaba «madrecita», pero ella a quien le reveló el nombre fue al tío enfermo de Juan Diego, llamado Juan Bernardino, por quien Juan Diego se preocupaba tanto, y le dijo: soy la Virgen de Huitzilopochtli, la que aplasta la serpiente.
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