La virgen de Fátima y el «fuego de la fe»
EFE
Nuestra Señora del Rosario de Fátima atrae cada año a millones de fieles a su santuario, en Cova de Iria (Portugal), pero pocos la conocen tan bien como los investigadores lusos que acaban de descubrir un íntimo secreto: estuvo a punto de ser destruida por el fuego.
Apenas unos milímetros de madera extraídos de la parte superior de la cabeza de la imagen del Santuario de Fátima han bastado a los especialistas de la universidad de Évora para reconstruir la historia de esta talla, nacida de las manos del portugués José Ferreira Thedim hace un siglo.
Hoy, se sabe que la imagen, elaborada en madera de cedro, con un metro de altura y 15 kilos de peso, tiene un revestimiento policromado decorado con oro de 22 quilates e incrustaciones de diamantes y otras piedras preciosas.
Mediante equipos de última generación y las técnicas más avanzadas, el laboratorio Hércules de la universidad de Évora -un centro de vanguardia creado en 2009 con fondos Feder de la UE, que también financia varias de sus investigaciones en el marco del Programa Interreg España-Portugal (Poctep) – ha analizado la esquirla de la escultura con resultados sorprendentes: la virgen fue retocada poco después de su creación de forma idéntica al original.
¿Por qué entonces ese retoque?
LAS LLAMAS DE LA FE
La talla fue trasladada a la capilla de las apariciones -germen del actual santuario- en una caja de madera y protegida con paja para evitar daños. En vísperas de un día de procesión, un grupo de fieles se congregó en el recinto para rezarle con velas. Y se prendió fuego.
«Nuestra señora quedó un poco quemada y no podía aparecer así en la procesión al día siguiente», explica a Efe Catarina Miguel, especialista del laboratorio Hércules.
Thedim se apresuró a repintar la escultura de forma idéntica al original.
«Tuvo una operación de maquillaje rápido para quedar bonita», continúa la investigadora. «De eso nunca se había hablado porque fue hace cien años».
Pero no fue su único «retoque». Décadas después, volvió a ser retocada con una composición de tinta diferente «porque ella tiene que estar siempre muy bonita, es una imagen de culto», argumenta Catarina Miguel.
En la investigación fue determinante la existencia de dos imágenes idénticas realizadas por el mismo autor. Una se donó al Vaticano, y nunca ha sido retocada, y otra al santuario, la venerada por millones.
El proceso ha demostrado que la escultura original fue pintada con tinta de óleo y tiene restos de calcita y barita.
Y todo eso, dice Miguel mientras sostiene la pequeña esquirla en la mano, «solo con esto».
DE LAS TINTAS ÁRABES AL GRITO DE MUNCH
La tecnología del Hércules ha permitido a sus investigadores adentrarse en estudios poco usuales, como el de los materiales utilizados por el noruego Edvard Munch (1863-1944), autor de «El grito».
Analizan más de 200 lápices de cera usados por el pintor para saber qué tipo de pigmentos y aglutinantes empleó.
El objetivo, averiguar si es posible restaurar «El grito», que fue robado en 2004 y dañado por la humedad que provoca una decoloración en algunas zonas de la pintura.
En este caso les servirá la experiencia adquirida en otra llamativa investigación sobre manuscritos producidos en el monasterio luso de Alcobaça en el siglo XII.
«Encontramos una cosa extraordinaria», relata Miguel emocionada. En Alcobaça se usaron colorantes rojos que sólo medio siglo después empezaron a ser utilizados en documentos cistercienses de la abadía de Claraval (Francia) y en el Vaticano. Colorantes, explica, introducidos en la península ibérica por los musulmanes.
«Tenían un caudal muy grande de conocimientos. Hay manuscritos árabes en los que se usaba ya antes ese colorante», señala.
Con estos estudios «cambiamos la historia», presume.
No son sus únicos descubrimientos. Los investigadores del Hércules analizaron también cuadros de los virreyes de Goa y descubrieron errores históricos, recuerda Antonio Candeias, vicerrector de la Universidad de Évora e impulsor del laboratorio.
«La ciencia se hace también con suerte, pero con mucho trabajo», concluye.