La Vírgen de Coromoto, la que detiene la tormenta
Por: María García de Fleury
Un día de 1656 cuando el cacique Coromoto, su mujer y sus hijos atravesaban el río, se les apareció una mujer muy bella que presentaba entre sus brazos a un niño radiante y sonriente, ambos tenían una corona sobre la cabeza y sus ropas eran como de gran fiesta. Coromoto, haciendo honor a su nombre, el que detiene la tormenta, si le acercó y le pregunto: ¿Qué desea señora?, ella respondió con voz muy dulce, «Vaya en casa de los blancos, para que les echen el agua en la cabeza y puedan ir al cielo», el cacique encantado lo respondió «con gusto mi señora», pero no se le ocurrió ni siquiera preguntarle su nombre.
Un tiempo después, el cacique se se empezó a sentir muy molesto, porque en estas nuevas tierras estaba pasando mucho trabajo y calor, se negó bautizarse el 8 de septiembre tal como lo hicieron sus compañeros de tribu y cuando regresó de haberse pasado el día en la selva se acostó sobre su cama bravo, molesto molesto y se le apareció en la puerta del bohío, la bella señora con su niño en brazos, a quién tenía más de un año que no veía, el cacique trató de flecharla, la botó de la casa, pero viendo que se adentraba en el bolsillo, se abalanzó sobre ella y ella desapareció dejándole en la mano una imagen que el vio tan viva que la amenazó con matarla al día siguiente.
Esta diminuta imagen de la Virgen con el niño despedía rayos de luz intensos como los del sol al mediodía, pero que no quemaban, la bella señora, estaba cargando el niño frente a ella. El niño tenía la mano derecha levantada en actitud de bendecir y en la izquierda cargaba una bola redonda que representaba el mundo con una cruz encima.
El sobrino del cacique que había presenciado todo y vio a su tío esconder la imagen en una hoja de plátano, fue donde Juan Sánchez y les aviso para tratar de ponerla a salvo. Al día siguiente Coromoto se levantó, quemó la choza y huyó a la selva, pero ya la Virgen estaba a salvo.
En la selva, Coromoto se vio mortalmente mordido por una mapanare y cuando sintió la impotencia, cuando se dio mortalmente adolorido y que iba a morir por el veneno, cuando no tenía más fuerzas, se recordó de lo que la bella señora, le había dicho, «échate agua en la cabeza para poder ir al cielo». Ahora, el iba a morir y era el único que no se había bautizado; la bella señora le tendió la mano sin él merecerlo, empezó a gritar «¡alguien que me eche agua en la cabeza!», y efectivamente pasaba por allí un católico de Barinas, le echó agua en la cabeza y lo bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amigos, la bella señora, es el punto de luz que nunca se apaga, es el símbolo de esperanza y alegría de un corazón lleno de gracia que desprende una hermosa mirada de amor, un punto de luz que es tan intenso que como linterna ilumina el camino de la lucha espiritual.
Desde el Apostolado Mundial de la Virgen de Coromoto, seguimos estudiando y profundizando sobre todo en el mensaje de la Virgen de Coromoto y vemos como ella invita a alegrarnos por ser hijos de Dios, aceptar pacientemente nuestro sufrimiento temporales y anima al no perder la esperanza en el Dios padre que siempre está ahí para acompañarnos, la bella Señora de Coromoto brinda su amistad y su amor maternal a cada uno de nosotros, por eso pidámosle que la podamos sentir en nuestro corazón porque ella es reina, ella es reina del verdadero Rey del universo que es Dios, y con Dios ¡siempre ganamos!