La vida de Karol Wojtyla lo condujo a comprender la misericordia por el ser humano - 800Noticias
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Karol Wojtyła vivió en tiempos muy difíciles. Los años de la Segunda Guerra Mundial y del comunismo de post-guerra en Polonia, como así también, todos los años que llevó a cabo el ministerio de San Pedro, le permitieron observar y vivir innumerables cirscunstancias y problemas que  enfrentaba la humanidad.

De ahí, que sus palabras sobre la misericordia no fueron meramente teóricas, sino que provinieron de una persona que sabe lo que es el sufrimiento, que experimentó el drama del pecado y el padecimiento humano.

Consciente de las amenazas existentes, escribió en 1980: “Una exigencia de no menor importancia, en estos tiempos críticos y nada fáciles, me impulsa a descubrir una vez más en el mismo Cristo el rostro del Padre, que es  misericordioso y Dios de todo consuelo.”  (Dives in Misericordia, 1).

Ser misericordioso es llevar a Dios al drama humano. Incluso, si nosotros mismos no experimentamos grandes dificultades, no hay necesidad de viajar muy lejos para conocer personas  que la misericordia es la única salvación.

Inclusive antes de que Karol Wojtyła se convirtiera en Papa, fue a vivir a Cracovia. Pudo observar y luego acompañar, la devoción a la Divina Misericordia que iba creciendo en torno de la misión de Sor Faustina Kowalska. Digna de elogio fue su actitud única ante la prohibición de este culto que estuvo en vigor desde 1959 hasta 1978, prácticamente, todo el tiempo que duró su ministerio como Obispo de Cracovia. En esta época y luego como Cardenal, nunca criticó la decisión de la Santa Sede, pero dentro de los límites permitidos por la ley intentó, junto con otros obispos polacos, distender la prohibición.

Ser misericordioso significa también saber esperar. Ser capaz de entender a aquellos que aún no han recibido el don del entendimiento. Confiar en Dios, Él finalmente, determina los tiempos y los lugares de su obra.

Misericordia de palabra.

San Juan Pablo II  después de dos años de su elección en la Santa Sede, escribió la primera Encíclica dedicada a la Divina Misericordia.