La victoria no ocultó la falta de juego del Atlético
EFE
Entre Ángel Correa y dos paradones de Jan Oblak se escondió el Atlético de Madrid para lograr un triunfo gris por 2-1 contra el Girona, que dio batalla al anotar el descuento, pero que no pudo igualarle el partido a un conjunto colchonero sumido en una crisis evidente de juego, cuando asoman desafíos definitivos e inmediatos para su futuro.
De no ser por el atacante argentino y por el guardameta esloveno, que voló a dos tiros de Aleix García para impedir un empate que no le habría extrañado a nadie, la crisis del conjunto madrileño sería evidente, lejos del nivel de siempre y que se le presuponía esta temporada, con esta plantilla, un mejor desempeño a estas alturas.
El tránsito del equipo por las últimas citas es decepcionante, por más que haya conseguido alguna victoria. Su esencia de la presión, la verticalidad, la ambición, la voracidad o la fuerza de un grupo que no temía a nada ni nadie es sólo un recuerdo melancólico, imperceptible no sólo en su presente, sino de un año hacia acá, desfigurado de aspecto y condicionado demasiadas veces en los últimos tiempos.
Hoy es un equipo más, que no reacciona del todo ni con la liberación de Griezmann. Cerrado el acuerdo para su traspaso desde el Barcelona, ya no hay limitaciones para el atacante, que repitió en la titularidad por segundo partido consecutivo.
Pero, transformado en una especie de centrocampista ofensivo, aún es decisivo en otras tareas, tan trascendentes en estos tiempos complejos que sufre el equipo, cuyo temor con el balón o sin él representa la inseguridad que siente en la actualidad, sea cual sea el rival que tenga enfrente, como este sábado el Girona, que lo puso en evidencia durante toda la primera media hora de partido, surcando más el área, proponiendo mucho más y expresándose con más atrevimiento en la casa del Atlético que el propio local.
La diferencia fue una individualidad de Griezmann. En el minuto 5, el ‘8’ rojiblanco levantó la cabeza en una esquina del área, divisó a Correa al otro lado, la pisó para pararla, tomar impulso y la puso en el sitio justo para el remate de Ángel Correa, quien puso el 1-0.
El conjunto de Míchel, el girona, es un bloque que se atreve a la presión, juega bien con la pelota, entra bien por las bandas y propone ocasiones, pero no hubo rematador ni la pericia suficiente. En un centro de Arnau que alertó del primero al último espectador del Metropolitano, incluido el equipo entero del Atlético, no lo alcanzó nadie. Al remate de Oriol Romeu le faltó dirección. Después, sí fue más incisivo.
Ya había rebasado el partido la media hora entonces, cuando el Atlético se reajustó y despertó, sólo un rato, de la mejor forma que sabe moverse en el ataque: a la carrera. Sin velocidad, sin verticalidad, sin el pase hacia adelante, el equipo madrileño se introduce él solo en un laberinto sin salida. Cuando se agita, cuando juega hacia adelante, sin pensar en lo que hay detrás, resurge, como en dos ocasiones de Cunha, la última salvada por Juan Carlos, que regaló el 2-0 al inicio del segundo tiempo, en el minuto 47, para el alivio rojiblanco.
La cesión atrás de Aleix García, el guardameta la transformó en una ocasión del Atlético porque simplemente intentó salir con el balón jugado. Su pase lo interceptó Correa, quien persiguió la pelota y aceptó el regaló para marcar el 2-0.
Sin embargo, un chico de la casa cedido en el Girona y que más pronto que tarde tendrá un sitio en la plantilla del equipo de su vida, Rodrigo Riquelme, que pensó que se iba a la ducha instantes antes por un error en el dorsal del que se anunció el cambio, soltó un derechazo que rebotó en Giménez y que terminó en gol. No lo celebró.
Era el minuto 65. La amenaza siguió latente hasta el final para el Atlético, que ganó con el susto en el cuerpo debido al trallazo de Aleix García que Oblak tocó lo justo contra el palo para sostener a un equipo que se tambalea (luego exigió otra magnífica intervención de Oblak en el minuto 84).
El próximo miércoles le aguarda el Brujas. Si hay o no vida en la Liga de Campeones depende en buena parte -no en toda- de si es capaz de vencer al conjunto belga. También dictará si hay o no ‘caso Joao Félix’, de nuevo suplente, por tercer encuentro consecutivo, cuando más lo debería necesitar el equipo rojiblanco.