La Nación: Por qué los jugadores de la selección de Venezuela callan ante la crisis social
Información de La Nación
«Queremos darle una alegría a la gente». La declaración en la que coinciden la mayoría de los futbolistas venezolanos tiene mucho de elusiva, no aborda el tema central.
Ninguno quiere extenderse públicamente sobre la dramática situación social que vive el país, con un desabastecimiento que pone al pueblo en la miseria y a los enfermos graves, al borde de la muerte por la falta de medicamentos.
Si bien la mayoría actúa en el exterior, los jugadores prefieren no exponerse a represalias o a llamados de atención del gobierno de Nicolás Maduro. Muchos de los gastos de la participación en las eliminatorias son solventados por el régimen chavista.
El Estado se hizo cargo de los dos aviones privados, uno para los jugadores del extranjero y otro para los locales, que llevó a la delegación hasta Barranquilla para enfrentar a Colombia y la trajo de regreso a Mérida.
Que los jugadores callen no significa que sean oficialistas, sino que son presa de la limitadísima libertad de expresión que existe en Venezuela. La voz de algunos de los referentes podría ser lo suficientemente potente para cuestionar a un gobierno que enfrenta a una oposición cada día más grande.
Quien se animó a saltar el cerco de la censura fue el delantero Salomón Rondón (West Bromwich Albion), en una entrevista con The Guardian en marzo: «La vida en Caracas ya no es vida. Te persigue la incertidumbre de si un día te van a matar, si salís a trabajar y no volvés a casa. Es un caos. Yo viví en Caracas y no estaba tan mal como ahora. Sufro por mi familia, que los secuestren. Cuando los voy a visitar trato de pasar inadvertido, que no me vea nadie».
Esta denuncia le valió a Rondón una reprimenda del presidente de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF), Laureano González, que le recordó que él aprendió a jugar al fútbol en las calles de Caracas.
¿Y los periodistas venezolanos no consultan a los jugadores sobre la situación social? Muchos se cuidan, temen que el gobierno no les renueve la licencia que necesitan para ejercer la profesión. Nadie escapa a la mordaza oficial.