La marihuana legal desata guerra fiscal entre ciudades de California
EFE
California se encuentra sumida en una «guerra fiscal» por la marihuana, en la que las ciudades compiten ferozmente para no perder cuota de mercado tan solo unos meses después de que el cannabis pasase a ser legal.
Los votantes del estado más poblado de EE.UU. aprobaron en referéndum legalizar el cannabis con fines recreativos en 2016, una medida que entró en vigor el 1 de enero de 2018, y desde entonces los municipios se han lanzado a la carrera para atraer negocios.
Antes de que la marihuana se regularizase, la localidad de Oakland ya era una zona con fuerte implantación de la industria, por lo que cuenta con un gran número de cultivadores, fabricantes y distribuidores, que ahora deben pagar un 10 % de impuestos en cada etapa del proceso de producción.
«De entre todas las ciudades de California, Oakland es una de las que tienen una tasa más alta, del 10 %. Los efectos ya se están notando», explicó a Efe el abogado especializado en la industria del cannabis James Anthony, de Anthony Law Group.
«Los negocios se marchan o se plantean marcharse, y a aquellos que siguen apostando por Oakland les cuesta más lograr financiación porque los inversores prefieren otras localidades», indicó el letrado sobre esta localidad de más de 400.000 habitantes en el área de la bahía de San Francisco.
Precisamente los vecinos de Oakland votarán el 6 de noviembre, coincidiendo con las elecciones al Congreso de EE.UU., si dan o no autoridad al Ayuntamiento para rebajar el impuesto a la marihuana, en la que se ha bautizado como Medida V.
La urbe, conocida por ser la sede del equipo de baloncesto Golden State Warriors y de los Oakland Athletics de béisbol, tiene un impuesto especial sobre el cannabis notablemente superior al de sus vecinos.
San Francisco, del que le separa únicamente un puente o un trayecto de menos de diez minutos en metro, no tiene ninguna tasa sobre la marihuana, y Richmond, en la zona norte del área de la bahía, la grava con un 5 %, la mitad que Oakland.
Precisamente para ser más competitivo frente a sus vecinos, el municipio de Berkeley, limítrofe tanto con Richmond como con Oakland, redujo en febrero el impuesto del 10 al 5 %, y Sacramento, la capital del estado, lo fijó un punto por debajo, en el 4 %.
«El impuesto actual del 10 % es malo para los consumidores, beneficia al mercado negro -que es mucho más barato y sigue existiendo aunque el cannabis se haya legalizado- y perjudica a los negocios porque les hace competir en desigualdad de condiciones», indicó Anthony.
Si al impuesto especial se le añaden el resto de tasas sobre ventas y las que impone el estado, el consumidor en Oakland termina pagando alrededor de un 35 % en impuestos, frente al 25 % que abona alguien que compra cannabis en la vecina San Francisco.
«La única tasa razonable es aquella que te permita competir con tus vecinos -apuntó el abogado-. Incluso si ello implica no tener ningún impuesto especial».
Anthony citó el ejemplo de Emeryville, otro vecino de Oakland que no tiene ninguna tasa especial para la marihuana.
«Este tipo de guerra ya se produjo con los impuestos a los grandes almacenes. Emeryville los redujo sustancialmente y se llevó todas las grandes superficies como Target, Ikea y BestBuy, pese a tener solo 10.000 habitantes frente a los más de 400.000 de Oakland», recordó.
Según Anthony, cientos de vecinos de Oakland acuden a diario a Emeryville para comprar muebles y electrodomésticos y los beneficios económicos de esas actividades se quedan en la ciudad vecina, algo que empieza a producirse también en el caso del cannabis.