La mala atención sanitaria mata más que la falta de ella
El PAIS
Un familiar va a un hospital porque tiene un dolor. El médico no es capaz de hacer un diagnóstico correcto o no dispone del material necesario para tratarle. Como consecuencia, muere. Ha tenido acceso a un doctor, pero el resultado ha sido el mismo que si no hubiera sido así. Según un estudio coordinado por la profesora de Salud Global en Harvard Margaret E. Kruk, la atención médica deficiente mata al año a cinco millones de personas, y la falta de ella, a 3,6 millones. El informe publicado la semana pasada en The Lancet ha recogido los datos de 2016 de 137 países. En total, 8,6 millones de muertes evitables, ocho veces más que las causadas por VIH-sida.
Hace menos de un año, la comunidad internacional debatía en la Asamblea de la ONU sobre el objetivo de desarrollo sostenible marcado para 2030: la cobertura universal. Este estudio viene a poner el foco no solo en la cantidad, si no también en la calidad. Ya entonces Chris Elias, presidente de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates resaltaba que no se puede invertir el dinero a ciegas, que hay que basarse en mediciones fiables.
De los 8,6 millones, tres millones de muertes por deficiencia o falta de cobertura médica se concentran en la región del sur de Asia, de los cuáles casi dos se deben a una atención deficiente. Esto se debe a dos motivos simples: es la zona que combina más población y más acceso al sistema de salud. En la mayoría de los casos analizados en el informe, el personal no tuvo conocimientos o equipamiento para atender correctamente a pacientes con problemas cardiovasculares, seguido de aquellos que sufrían dolencias para las que ya existe vacuna y problemas de los neonatos. La mitad de las muertes se debieron a causas múltiples como tuberculosis, accidente de tráfico, problemas en el parto y HIV-sida.
Tenemos que dejar de asumir que cualquier clínica puede hacer cualquier cosa y tener expectativas reales, como ir directamente al hospital y no cuando la mujer ya está desangrándose
«En España o en Estados Unidos cualquier mujer va a dar a luz va a un hospital, donde hay posibilidad de solucionar problemas como una infección. En los países con más mortalidad se actúa de otro modo, la mayoría de madres paren en pequeñas clínicas y esperan que si hay algún contratiempo les de tiempo a llegar a un hospital. Algo que obviamente no sucede. Tenemos que dejar de asumir que cualquier clínica puede hacer cualquier cosa y tener expectativas reales, como ir directamente al hospital y no cuando la mujer ya está desangrándose», puntualiza Kruk.
La investigación pone ejemplos de modelos de éxito como Ruanda, que en menos de 20 años ha pasado de una esperanza de vida de 48 años, a 67. En ese país africano, al igual que en Tailandia y Costa Rica, han conseguido mejoras en superviviencia materno-infantil gracias a la combinación de mejoras y expansión del sistema. Tal y como afirmaba la exministra de Salud ruandesa, Agnes Binagwaho, en un artículo, la atención médica en su país llega al 90% de la población, más del 90% de los pacientes con VIH siguen un régimen farmacológico estable y el 93% de los niños están vacunados contra enfermedades infecciosas.
La experta de Harvard señala dos claves de mejora para reorientar los objetivos de salud: «La formación de los profesionales en muchos de estos países sigue un modelo atrasado. Saben hacer muy buenos exámenes, pero no tratar con los pacientes. Por otro lado, hay que evaluar el servicio y desarrollar mecanismos para que los usuarios del sistema sanitario puedan valorarlo. Ellos tienen mejor que nadie un diagnóstico de lo que funciona y lo que no».
Este cambio de tendencia ya ha sido advertido por numerosos expertos, pero este estudio lo confirma con datos. El asesor del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID) Diego Ríos Zertuche planteaba esta cuestión: «En el ámbito de la salud resulta fácil saber si una comunidad dispone o no de un centro cercano y accesible, si está abierto o cerrado, si cuenta con suficientes medicamentos o si está atendido por personal cualificado. Pero ¿de qué sirve que un ambulatorio esté equipado con las últimas tecnologías si no brinda servicios de salud de calidad?».
Los países con más recursos tienen un papel en la mejora de la calidad, como indica Kurk: «Tenemos que acompañar a los países en desarrollo en su proceso de implantación de un sistema de calidad, no llegar con grandes ideas y soluciones rápidas».