La Madre de Dios envía a un Mensajero, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
La Madre de Dios siempre preocupada por sus hijos ha buscado ayudarlos, ha sido sobretodo a niños inocentes con un gran corazón a quienes ha elegido para enviar su mensaje al mundo. En esta ocasión primero llegó el ángel del señor para preparar a los niños para recibir el mensaje y sucedió de la siguiente manera:
Era el año 1916 en Portugal, en plena primera guerra mundial, mientras pastoreaban las ovejas de su familia, a los niños Lucía de 9 años y sus primos Francisco de 8 años y Jacinta de 6 años, se les apareció el ángel del señor diciéndoles: “No teman, soy el ángel de la paz”, y arrodillándose en la tierra les pidió: “recen conmigo: Dios mío yo creo y espero en ti, te adoro y te amo, te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan en ti, ni te aman”, esa fue la oración que les enseño, y la repito: “Dios mío yo creo y espero en ti, te adoro y te amo, te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan en ti, ni te aman” y el ángel se fue.
Les pedía que rezaran así por la necesidad de que las personas vuelvan a Dios de manera que no se condenen. Un tiempo después en la segunda aparición el ángel les dijo: “Oren, oren mucho, los corazones santísimos de Jesús y de María tienen sobre ustedes un proyecto de misericordia, ofrezcan constantemente al altísimo oraciones y sacrificio”, los niños preguntaron: “¿Y cómo hacemos sacrificios?”, a lo que el ángel respondió: “De todas las formas posibles, en reparación de los pecados con los cuales es ofendido Dios y como suplica para la conversión de los pecadores, atraerán así la paz para su patria, yo soy el ángel de la guarda de Portugal, sobretodo acepten y soporten el sufrimiento que el señor les mandará” y desapareció.
Les enseño así el ángel que podemos ayudar a las demás personas a través de nuestras oraciones a Dios, a través de las acciones y en bien de ellos, poner en práctica lo que la iglesia llama la comunión de los santos.
En la tercera y última aparición en ángel vino, tenía en la mano un cáliz y sobre él una ostia de la cual caían dentro del cáliz gotas de sangre. Con gran respeto y solemnidad tomó en la mano el cáliz y la ostia, le dio la ostia a Lucía y lo que contenía el cáliz lo dio a beber a Jacinta y a Francisco diciendo: “Tomen y beban la sangre del cuerpo de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos, reparen sus crímenes y consuelen a Dios”.
De nuevo se arrodilló en la tierra, mostraba así el ángel la importancia de la eucaristía, el respeto que hay que tener al recibir la sagrada comunión y la necesidad de prepararse a la misión tan importante de recibir a la virgen y su mensaje.
Perdón por las ofensas a Dios, amor y respeto profundo a la eucaristía era lo que el ángel les estaba enseñando a los tres niños aun cuando no entendieran la dimensión de lo que les estaba diciendo. Desde entonces, el ideal de los tres pastorcitos de Fátima fue consolar al señor y sacrificarse por los pecadores, sabían que estaban en presencia de un mensaje del cielo donde está Dios, y que con Dios ¡siempre ganamos!