La Iglesia católica promueve la fe en tiempos de coronavirus
800Noticias
El llamado a mantener la fe y no caer en la desesperanza ha sido parte de la ardua labor de la Iglesia católica en el mundo, en medio de la crisis por el coronavirus.
En Italia, uno de los países más golpeados por la pandemia de COVID-19, la Iglesia, bajo la coordinación de la Asociación de Hospitalidad Religiosa Italiana, dejó que las instalaciones de hospitalidad permanezcan abiertas para acoger a quienes necesitan desplazarse por motivos de trabajo, salud o emergencia.
El papa Francisco donó 30 respiradores que serían repartidos en algunos hospitales de Italia.
Por otra parte, en Venezuela, el próximo 8 de abril la Iglesia se encargará de realizar el recorrido de el Nazareno de San Pablo por las principales avenidas de Caracas, para que los creyentes lo observen y hagan sus peticiones desde sus puertas y ventanas ante el llamado a cuarentena.
Fuera del tema religioso, la Iglesia también interviene en el mundo político, para llevar un mensaje de «tregua política», como lo hizo en Ecuador, donde demandó de la sociedad y el Gobierno una mayor acción para afrontar la crisis sanitaria.
Rosario con mascarillas
En el caso de Nicaragua las medidas han sido distintas. Un reducido grupo de católicos nicaragüenses acudió este jueves a la eucaristía celebrada en la Catedral Metropolitana de Managua en la que, además del rosario, usaron mascarillas y guantes como medidas de prevención.
La Iglesia también se ha unido más al mundo virtual, con misas difundidas por la radio, videos en Internet, para que los fieles continúen firmes y no pierdan la esperanza, además de cumplir con las normas de prevención de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que piden evitar la aglomeración de personas.
La imagen de estos días es la del Papa asomado a la ventana del palacio pontifico para dar la bendición a una plaza de San Pedro completamente desierta, pero con cientos de miles de personas siguiendo el Ángelus dominical por Internet.
Con todos los viajes anulados, la única salida de Francisco fue el 15 de marzo en una Roma vacía, cuando el pontífice caminó por la céntrica vía del Corso. Acudió a la iglesia de San Marcello para rezar ante el crucifijo de madera que quedó intacto tras un incendio en 1519 y que tres años después fue sacado en procesión por los barrios de la ciudad para invocar el fin de la peste que la asolaba, por lo que se considera «milagroso».
La jornada de oración mundial es otro de los métodos que han usado los católicos para mantenerse de pie, orando por todos aquellos que hoy padecen el virus y por quienes perdieron la batalla.
“Quisiera agradecer la creatividad de los sacerdotes (…) Curas que piensan en mil formas de estar cerca del pueblo para que no se sienta abandonado”, fueron palabras recientes del Papa, quien se aferra a contagiar de esperanza a todos los seguidores de la Iglesia católica.