La figura del pastor en el Antiguo Testamento
Por: María García de Fleury
La maravillosa imagen de Dios está en el antiguo testamento, el profeta Isaías en el capítulo 40 dice: “Como pastor lleva a pastar a su rebaño, toma en brazos a los corderos, los pone junto a su corazón y conduce al reposo a las paridas”. Señalaba así Isaías el cuidado tierno con que el señor trata a su pueblo en su caminar y el amor tan fuerte que le tiene.
El Salmo 80 comienza diciendo: “Escucha pastor de Israel, tu que guías a José como a tu rebaño” y el Rey David grita en el salmo 23: “El señor es mi pastor nada me falta, aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan”.
En la larga espera del antiguo testamento los profetas anunciaron con siglos de antelación la llegada del buen pastor, el mesías que guiaría y cuidaría amorosamente a su rebaño, sería un pastor único que buscaría a la oveja perdida y a la extraviada, vendaría a la herida y curaría al enfermo, con él las ovejas estarían seguras y en su nombre habría otros buenos pastores con el encargo de cuidarlas y guiarlas.
“Les daré pastores que de verdad las apacienten y ya no habrán de tener más ni angustiarse ni afligirse”, este lenguaje era familiar para todos los oyentes y lo entendían muy bien porque el pastoreo había sido por siglos una ocupación común en Israel, Jesús ya lo utilizó luego en su discurso de una manera muy frecuente y también lo utilizó en las parábolas.
En el antiguo testamento encontramos que muchos otros profetas habían usado la relación del pastor con sus ovejas para describir la relación de Dios con su pueblo Israel. En otras ocasiones, sin embargo, fueron los líderes de la nación quienes eran considerados como pastores del pueblo, aunque con frecuencia fueron denunciados por los profetas como falsos pastores.
En todas las figuras que se aplican a Dios en el antiguo testamento, la del pastor es una de las más entrañables, otros pueden ilustrar mucho mejor la gloria, la majestad, pero ninguna como esta expresa la ternura, la solicitud divina en favor de su pueblo. El título de pastor resuena en los oídos de los judíos como una pretensión de ser considerado el mesías prometido.
No olvidemos aquellas profecías que anunciaban que, ante el fracaso de los pastores de Israel, Dios iba a levantar un descendiente de David como el pastor definitivo, por eso el profeta Ezequiel en el capítulo 34 dice: “Y levantaré sobre ellas un pastor, el las apacentará a mi siervo David, el las apacentará y él les será por pastor”. Así le entendieron los apóstoles cuando se refirieron a Jesús como el príncipe de los pastores o como el gran pastor de las ovejas.
En todo caso, es importante que observemos que si bien en ese momento el pastor de Israel había sido Yahveh Dios, cuando llegó la plenitud de los tiempos fue Jesús quien reclamó solemnemente este título para sí mismo como buen pastor, dando entender con toda claridad su divinidad, pues él es Dios y con Dios ¡siempre ganamos!