Juan XXIII breve pero cambio la Historia, por María García de Fleury
María García de Fleury
Ángel Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotuilmonte, un pueblo pequeño de la provincia de Bérgamo, en Italia, en medio de una familia de campesinos. Y desde niño tenía una gran veneración hacia la Madre de Dios y por eso realizaba peregrinaciones frecuentes al santuario de la Virgen del Bosco. Entró en el seminario a los 11 años y a los 23 fue ordenado sacerdote.
Durante tres años sirvió como capellán en un hospital para heridos de la Primera Guerra Mundial, sobre todo tuberculosos. Años más tarde fue consagrado obispo y tomó el lema de obediencia y paz.
Estas dos palabras caracterizaron su vida. Lo nombraron nuncio en París y sorprendía constantemente a todos con su jovialidad, su simpatía y su ironía tan fina.
Por ejemplo, en una ocasión en París coincidió con el dirigente comunista francés Maurice Thorez y le dijo, aunque le pese, pertenecemos al mismo partido. Y el comunista Thorez, sorprendido, le preguntó ¿y qué partido es ese? Y el nuncio respondió muy sonriente, el de los gordos.
Lo nombraron luego cardenal de Venecia y a la muerte del Papa Pio XII fue elegido como papa número 261 de la Iglesia Católica y obispo de Roma. El 28 de octubre de 1958.
Como hacen todos los papas siguiendo la tradición de que Jesús le dijo a Simón de ahora en adelante serás Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, nombrándolo así jefe de la iglesia, Angelo Roncalli cambió su nombre por Juan, pero como habían habido 22 papas anteriores a él con el nombre de Juan, para distinguirse se le llamó Juan XXIII. Fue un pontificado breve de apenas cinco años, pero cambió el curso de la historia.
Pues en contra de lo que esperaban algunos, que fuera un mandato de transición, pasó a la historia por convocar el Concilio Ecuménico Vaticano II, un concilio que no fue como los anteriores para denunciar la herejía, no. Fue para poner a punto la iglesia en el mundo de ese momento.
Una palabra italiana, aggiornamento, actualización, fue lo que definió el espíritu del concilio. Buscaba reconciliar a la iglesia con el mundo, con el mundo moderno. Entre los resultados del concilio tenemos que la misa dejó de celebrarse en latín y se empezó a celebrar en el idioma de cada lugar.
Se puso énfasis en que el buen católico no debía limitarse a asistir a misa solamente, sino que además de la misa debía vivir activamente su fe. El papa también se pronunció acerca de la justicia social y la búsqueda de la paz, que era un asunto urgente después de la guerra de los misiles en 1962, que había puesto a todo el planeta al borde de un holocausto atómico. Sin duda el Papa Juan XXIII logró iniciar un fuerte y renovado impulso evangelizador de la Iglesia Universal.
Contribuyó fuertemente a la enseñanza de la doctrina social, comenzando con la encíclica Mater et Magistra. En abril de 1963 escribió su última encíclica llamada Pace Minterris, considerada su testimonio espiritual, y fue un par de meses antes de su muerte.
Antes de fallecer en junio de 1963 murió antes de haber concluido el Vaticano II. La fiesta del Papa San Juan XXIII se celebra el 11 de octubre por ser el día de la apertura del Concilio Vaticano II. Juan XXIII, ese hombre fuerte, humilde y bueno, con su alegría y su bondad adquirió el respeto y el cariño de todos, e hizo patente a lo largo de su vida que con Dios siempre ganamos.
Si quieres escuchar:
Únete a nuestro canal de Telegram, información sin censura: https://t.me/canal800noticias