Jackie Robinson, primer pelotero negro en las Grandes Ligas, también brilló en Venezuela
Por Héctor Becerra
Jackie Robinson, primer pelotero negro que jugó en las Grandes Ligas, debutó con el equipo que se atrevió a reclutarlo, los Dodgers de Brooklyn, el 15 de abril de 1947, por lo que de ese hecho fundamental para el desarrollo alcanzado a la postre por el béisbol y los derechos civiles en Estados Unidos se cumplen este viernes 69 años.
Robinson fue “escogido” para que rompiera la humillante barrera discriminatoria en el deporte de los batazos, además de sus dotes de tremendo jugador, por su forma de ser. Por tratarse de una persona decente y educada, capaz de soportar las violentas protestas e insultos del público blanco y hasta de los otros peloteros, incluso algunos de su propia divisa, que con seguridad se le vendrían encima. Así lo hizo.
Antes de ser contratado por el propietario de los Dodgers, Branch Rickey, este predestinado nacido en Cairo, estado de Georgia, el 31 de enero de 1919, había jugado pelota colegial y semiprofesional.
En un escrito publicado en el portal 1.800beisbol.com se encuentra que era hermano de un medallista olímpico de pista y campo que estuvo con el elenco de EEUU en Berlín 1936, la misma olimpiada en la que el gran atleta Jesse Owens le sacó literalmente la lengua a Hitler. También fue destacado jugador de baloncesto y saltador con garrocha para su universidad (la UCLA de California).
En 1945, con 26 años cumplidos, fue firmado por los Monarcas de Kansas City, uno de los conjuntos más populares de las Ligas Negras, el circuito que acogía desde hacía varias décadas sólo a beisbolistas de color, como se les decía antes a los afrodescendientes. Aquello era una especie de terrible y despreciable gueto deportivo donde mostraban sus excepcionales habilidades los mejores peloteros de ébano que hayan existido, pero que nunca pudieron medirse de tú a tú contra sus “colegas” de piel pálida.
En las Ligas Negras, siempre se ha dicho, había una buena cantidad de jugadores con iguales o mayores cualidades que Robinson para romper la barrera racial. Con mayor contacto al bate, más poder, defensiva más hermética y más velocidad.
Pero, también se reitera, ninguno reunía mejor que él en una sola las distintas herramientas que se requieren para tener éxito en el béisbol. Y tampoco ninguno tenía la capacidad de aguante que era indispensable para soportar el vendaval que suponía su temerario acto.
Una primicia en Caracas
Pues bien, Robinson con su comportamiento de ciudadano ejemplar y ya contactado por Rickey, aunque sin que se hubiera hecho anuncio alguno sobre el tremendo “golpe” que ambos estaban por dar, se vino a Venezuela a finales de 1945 con una escuadra formidable compuesta por varios de esos jugadores y que lucía el mote de Estrellas Negras en la camiseta. Parnell Woods, Buck Leonard, Quincey Trouppe, Roy Campanella, Sam Jethroe, Roy Welmaker, Talua Dandridge, Don Newcombe, son algunos esos legendarios peloteros que deleitaron a los fanáticos criollos de la época.
Este futuro héroe se encontró de repente en un casi rural país donde se estrenaba la “Junta Revolucionaria de Gobierno”, que había asumido el poder tras el derrocamiento del presidente Isaías Medina durante la “Revolución de Octubre”, violento movimiento que dio al traste con el decadente gomecismo. Sin embargo, a diferencia de lo que podría pensarse, el ambiente no estaba convulsionado ni mucho menos.
Todo lo contrario. Los venezolanos acudían masivamente a los estadios beisboleros, en especial al capitalino Cerveza Caracas de San Agustín, como si nada hubiese ocurrido.
La visita de las Estrellas Negras y los juegos contra equipos formados por ídolos locales eran la fiesta del día, preámbulo para la inminente inauguración de lo que hoy se conoce como Liga Venezolana de Beisbol Profesional en enero de 1946. Un ambientazo que sirvió de marco para el histórico anuncio que rompería todos los moldes.
En efecto, fue justamente estando Robinson en Venezuela cuando Rickey reveló en Nueva York su contratación para el equipo triple A de los Dodgers, los Royals de Montreal, primer paso hacia su consagración en las mayores con el número 42 que se haría famoso. ¿Por qué esto ocurrió así? Al revisar los relatos del caso se deduce que fue por prudencia y evitar malos ratos, ya que la firma del georgiano había creado resquemores entre algunos de sus hermanos de raza, a quienes no les atraía mucho eso de jugar para un club de las Grandes Ligas blancas donde habían sido vetados toda la vida.
Leyenda o no, Robinson se vino a Venezuela y después de disfrutar durante unas cuantas semanas de las bondades del trópico se regresó al norte. Actuó en las menores en 1946 antes de ser ascendido en 1947 a la gran carpa. Ironías de la vida: Si hubiera venido 15 años antes, este caballero del diamante habría sido testigo de un hecho insólito y folclórico a la vez.
El cuento es así. Sucedió que Gonzalo Gómez, hijo del presidente Juan Vicente Gómez, convenció a su padre para que prohibiera mediante decreto la entrada al país de ciudadanos negros. Siendo propietario del equipo Royal Criollos de Sarria, quiso sacar ventaja para evitar que el rival con el que dirimiría el campeonato nacional de 1930, el Magallanes de Catia, contara con su máxima estrella, Francisco Coimbre, un boricua que había tenido que viajar de emergencia a Puerto Rico por la enfermedad de un familiar.
Coimbre no pudo regresar, pero la magna demostración de abuso de poder y tramposería criolla le saldría a los Gómez por la culata, ya que de todas formas perdieron el título. Ahora, eso de que el vástago del “Bagre” fuera racista, nada que ver.