INMENSO| Roger Federer acaba con Rafa Nadal en dos sets en Indian Wells
Agencias
El suizo Roger Federer derrotó en los octavos a su némesis, Rafael Nadal (6-2 y 6-3, en 1h 07m), con una exhibición contundente y merecedora de todo reconocimiento. Ganó Federer y logró algo que no había conseguido en toda su carrera, derribar tres veces consecutivas (Basilea 2015, Australia 2017 y la presente) al de Manacor, y lo que se presuponía como otro duelo titánico quedó en un mero trámite.
Lo advertía el suizo la velada anterior: esta vez, nada de estirar el pulso ni darle emoción con puntos de giro y subidas y bajadas, como en aquella noche de Melbourne, hace un par de meses. De eso nada. Salió Federer a la pista como si se hubiese aplicado una inyección de adrenalina, eléctrico e hipermotivado, como ese púgil que busca el ko desde el primer golpe, al más puro estilo Tyson. Aunque su porte estiloso evoca más a Ali, en esta ocasión ni revoloteó ni especuló. Encontró la mandíbula de Nadal desde el primer juego y a partir de ahí infligió un severo castigo, abrumador e incluso catártico, porque parece que ya no teme al drive del español. Desprende la sensación Federer de que una vez que obtuvo su 18º título del Grand Slam, habiéndose demostrado que podía hacerlo, al menos una vez más, se liberó de toda carga.
El suizo completó un primer parcial sencillamente perfecto. Firmó 15 ganadores y erró solo seis bolas. Mientras, Nadal asistió en primera fila al show, porque hacía mucho que no se le veía así de entregado. Federer le jugó todo el rato a uno o dos tiros y bajo ese esquema abreviado el balear padeció. No encontró ninguna vía Nadal e incluso se equivocó, porque insistió demasiado en el revés de su rival. Pensó que recurriendo a la vieja fórmula, aquella con la que torpedeó el imperio de Federer, podría escapar al asedio, pero no fue así. Del mismo modo que el suizo parece haber rejuvenecido una década, su reverso (12 ganadores) vuelve a seccionar como una catana, así que a cada derecha del español replicó con un revés mucho más poderoso.
Arrancó el partido con un break y desde entonces Federer ofreció un recital de tiros, a cada cual más supersónico. Quebró por segunda vez, para 4-1, y para entonces el rostro de Nadal ya lo decía todo. Percutía su rival y él estaba grogui. Poco que hacer ante un tenis tan majestuoso. Y es que el de Basilea tiene ese extraordinario don de convertir la acción más compleja en el fotograma más estético, de transformar un violentísimo correctivo en un sutil ejercicio con la raqueta. En un meneo amable. Consiguió someter por completo a Nadal, el hombre que nunca vuelve la cara, por muy hostil que pueda ser la situación. Sin embargo, anoche no tuvo opción alguna porque Federer no le dejó jugar y firmó su segundo resultado más abultado ante el de Manacor; solo en 2011, en la Copa de Maestros, obtuvo uno más amplio: 6-3 y 6-0.