Inicios de la devoción a la Divina Pastora, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Las primeras imágenes de Jesucristo que encontramos en las catatumbas de Roma, lo representan como el buen pastor, lleva una oveja sobre sus hombros y según esto, es natural que su madre, la virgen, sea llamada también la Divina Pastora de las almas.
El origen de la devoción a la Divina Pastora se debe al padre Isidoro de Sevilla, un religioso capuchino español que nació en 1662 en Sevilla, España y en 1681 ingresó en la orden de los capuchinos, fue ordenado sacerdote y se dedicó a la predicación; es él quien comienza a sacar los rosarios y a rezarlos por las calles invitando a la gente.
La noche del 15 de agosto de 1703 cuando estaba rezando en el coro, detrás del altar mayor de la iglesia de los capuchinos de Sevilla, la santísima virgen premió su fervor, apareciendo con un vestido y una apariencia de pastora, pidiéndole que predicara la devoción a ella bajo esta dedicatoria.
Al día siguiente de la aparición, el padre Isidoro se reunió personalmente con un celebra pintor llamado Don Alonso de Tovar, a quien le encargó reproducir sobre el lienzo lo que había visto. Fray Isidoro le dio al pintor una idea muy detallada de cómo debía ser el cuadro de la virgen y así se lo dijo:
“En el centro y bajo la sombra de un árbol, la virgen santísima sentada sobre una roca irradiando de su rostro divino amor y ternura, la túnica roja pero cubierto el busto hasta la rodilla de blanco pellico y ceñido a la cintura, un manto azul terciado al hombro izquierdo envolverá el entorno de su cuerpo y hacia el derecho en las espaldas llevará el sombrero pastoril, junto a la diestra tendrá un basculo de su poderío. En la mano izquierda debe sostener al niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo, algunas ovejas rodearán a la virgen formando su rebaño y en todas sus boquitas llevarán sendas rosas simbólicas de Ave María con que la veneran”.
Amigos, el 8 de septiembre de 1703, el padre Isidoro presentó ante el pueblo sevillano el cuadro de la Divina Pastora organizando una grandiosa procesión por toda la parroquia. Bajo un álamo secular colocó el hermoso cuadro de la Divina Pastora, improvisó cerca de él un púlpito y predicó un elocuente sermón con tanto fervor que el pueblo sevillano conmovido y rebosando de entusiasmo rompió en aclamaciones y cantos a la hermosa virgen.
A raíz de este acontecimiento se fundó en Sevilla la Hermandad de Nuestra Señora de la Divina Pastora, que organizaban famosos rosarios en los que el estandarte de la virgen era llevado triunfalmente por las calles de la ciudad andaluza.
En 1729 el Rey Felipe V y su corte, llegaron a Sevillla, visitaron el convento de los capuchinos y el padre Isidoro le dio a conocer la nueva devoción. Los reyes se emocionaron tanto que ellos, los príncipes, los infantes y toda la nobleza se afiliaron a la Hermandad de la Divina Pastora en Sevilla y además costearon las funciones de la novena consagradas a su imagen.
El Padre Isidoro murió en 1750 en Sevilla, y 5 años más tarde ingresó a ese mismo convento el que con el tiempo se convirtió en el misionero más popular de su época, el beato Diego José de Cadiz, que en todas sus misiones por la geografía española llevaba desplegado el estandarte de la Divina Pastora como su patrona y guía porque él sabía que ella era la madre de Dios y que con Dios ¡siempre ganamos!