Al amanecer, unos 35.000 funcionarios, soldados o ciudadanos anónimos abarrotarán una gran arteria de la capital, para llevar a cabo una sesión de yoga de 35 minutos al aire libre, que podría entrar en el Libro Guinness de los Récords.
Los adeptos a esta disciplina física y mental también se reunirán en otros países para esta práctica tradicional india, especialmente en Reino Unido.
El jefe del ejecutivo indio, un vegetariano estricto y practicante de yoga a diario, ha convertido esta jornada internacional en un punto fuerte del programa político de su gobierno nacionalista hindú, trece meses después de su llegada al poder.
«El yoga tiene el poder de unir a la humanidad», tuiteó el año pasado, cuando lanzó su iniciativa durante una Asamblea General de Naciones Unidas.
Desde el visto bueno de la ONU, los preparativos se aceleran en India, donde se ha instado a escuelas, casernas y prisiones a poner en marcha sesiones de yoga.
Los paneles publicitarios florecen en la capital india para animar a los habitantes a bajar a los parques o a unirse a la megasesión en Rajpath, el gran bulevar del centro de la ciudad.
Modi habla del yoga como el «ancla» de su vida, que le ha ayudado a trabajar largas horas sin casi dormir. No obstante, el primer ministro pronunciará únicamente un discurso el próximo domingo y no se estirará en la alfombrilla.
Su objetivo es reforzar el lugar del yoga como un elemento central de la cultura india, un aspecto que se perdió en los países occidentales donde está considerado como una práctica deportiva.
Para ello, el jefe de gobierno creó un ministerio del Yoga, del Ayurveda y de otras prácticas tradicionales indias, así como cursos gratuitos de yoga para los tres millones de funcionarios gubernamentales y para sus familias.
«El yoga es la herramienta de ‘soft power’ de India y a través de este ‘soft power’ todo el mundo puede convertirse en una aldea global (…) y la violencia desaparecer ante esta especie de paz», dijo la ministra de Relaciones Exteriores, Sushma Swaraj, a los periodistas.