Guerra, por María García de Fleury - 800Noticias
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En el mundo se están viviendo muchas guerras y al meditar en qué es la guerra no podemos referirnos y culminar en la simple definición de que es un enfrentamiento armado entre dos o más partes o esa definición tan popular que dice «la guerra es la ausencia de la paz». Definiciones así podrán ser validas pero hay que decir que son muy restringidas porque solamente ven lo superficial, solamente destacan un aspecto de ella, no dicen nada, por ejemplo, acerca de las disposiciones de tipo psicológico, sociológico, ético, político, cultural, jurídico que activan con facilidad su ejercicio.

La guerra no da una idea real de la racionalidad que despliegan los contrincantes para vencerse mutuamente, la guerra no dice nada acerca de la magnitud de los daños de todo tipo que ella causa, tampoco dice cómo interviene la guerra en el transcurrir de la historia, ni tampoco la disposición humana para hacerla y más aún la guerra no habla sobre el aspecto trágico que ella entraña en cada persona, cada hombre, mujer, niño, anciano de cualquier edad y condición.

Podemos definir la guerra como un duelo en gran escala, podríamos representarla bajo la forma de dos luchadores, cada uno trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física. Su propósito inmediato es derribar al adversario en incapacitarlo; lo mismo pasa con la guerra porque es un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario.

La guerra no se ajusta a ninguna ley fundamentalmente porque el vencedor va a ejercer su poder sobre el perdedor o lo aniquilará si este no accede a su dominación. En la guerra casi todo está permitido la traición a los pactos y el uso extremado de la violencia.

Pareciera que la guerra es la mera continuación de la política por otros medios en una intensidad muy alta. Maquiavelo decía que la guerra consiste en el deseo de poder que mueve a los seres humanos y los grandes esfuerzos que hace por mantenerse en el poder. Como generadora de calamidades la guerra es una desgracia; independeintemente de sus motivos, nunca habrán palabras para señalar los funestos estragos que causa la guerra.

El  horror que  produce la guerra puede ser una razón muy válida para sentir el temor y ocultar la esperanza de vivir con la posibiilidad deconstruir un mundo verdaderamente paciifico en el que reine la paz, la prosperidadcomo formas de realización de la felicidad.

Buscando la paz y la armonía entre los pueblos, se puede decir que la prudencia política vuelve a ser una virtud digna de ser  vivida  y exaltada,  sobretodo cuando la capacidad destructiva de las armas de hoy es  mayory más nefasta que antes, y peor aún, se encuentra en muchas manos. Trabajemos por instaurar la paz en base al respeto de la dignidad humana, la armonía, la búsqueda del bien común, la solidaridad, la fraternidad, aprendamos a vivir en paz dentro de las familias en cada hogar, en la escuela, en la comunidad.

Para poder consolidar una cultura de paz, hay que vivir valores como la tolerancia, la libertad, la responsabilidad; por supuesto la justicia, la cooperación y el respeto, y así lograr la paz por la distribución equitativa del poder, respetando la dignidad de cada persona tal como lo enseñó Dios porque con Dios siempre ganamos.