Fray Martín de Porres, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Hijo de un noble caballero español y una esclava panameña, nació en Lima Perú, Martín, un niño de rostro moreno quien siempre llevó la huella del mestizo. De jovencito aprendió a leer escribir y el oficio de barbero, a los 21 años tomo el hábito de dominico en el convento de Santo Domingo en Lima, Perú; aquí terminó su vida externa y comenzaron para él las aventuras místicas.
Era un hombre muy humilde, ayunaba con frecuencia y muchas noches, las pasada de rodillas frente al sagrario, ayudaba al hermano enfermero y para él no había enfermedad contagiosa, ni repugnante, el deseo de un enfermo era como una Orden Sagrada, asimismo, cuidaba a los animales.
En el Huerto del convento cultivaba plantas, que luego combinaba para hacer remedios, un día se encontró con una mula vieja que tenía una pata rota, se compadeció y le dijo: «Criatura de Dios, levántate y anda». Al momento, la mula se levantó y se fue detrás de él al convento donde le sirvió por muchos años.
Fray Martín hacía milagros sorprendentes aún sin darse cuenta y con gran facilidad, muchas personas confirmaron haberlo visto en China México, Japón y en Argelia aliviando a los enfermos, consolándolos, liberando de la prisión a los misioneros e instruyendo a los cristianos. Todo esto y nunca salió de Lima, eso es lo que se llama bilocación, un privilegio que Dios le da a muy poca personas. A muchos los curo milagrosamente y les decía: «Yo te curo, Dios te sana».
Plantaba árboles e increíblemente sus árboles daban frutos en todas las estaciones del año, leía muy lentamente las letras, pero sabía explicar de una manera sorprendente los misterios más profundos de la fe.
La gente lo escuchaba embelesados, incluyendo el virrey, el arzobispo y los maestros de teología, todos iban a pedir su consejo. Los milagros y curaciones del portero fray Martín se hicieron famosos, muchos se acercaban a la puerta del convento para que los curara y al escuchar hablar de la doctrina cristiana quedaban embelesados.
Fray Martín tenía un perro al que le había salvado la vida y lo enseñó a convivir en paz con el gato y a comer juntos. Un día, el perro y el gato encontraron un ratón husmeando y se dispusieron acabar con él, pero fray Martín les dijo: «Hijos permitan que el nuevo invitado coma, que Dios dará comida para todos», por eso se le pinta con una escoba en la mano, un perro, un gato y un ratón, porque todos aprendieron a convivir Juntos.
También tuvo Fray Martín muchos ataques del demonio y los enfrentaba con gran furia, incluso un día tomó un carbón encendido del brasero y trazó la señal de la cruz en la pared, el demonio salió huyendo despavorido.
Fray Martín de Porres a quien también conocemos como Fray escoba o primer mestizo canonizado por la Iglesia, vivió una vida de larga unión con Dios en sus largas horas frente al Santísimo ayudando a los demás, Dios le permitió realizar muchos milagros por su inmensa unión con él, porque el sabía que con Dios ¡siempre ganamos!
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