+FOTOS | Vea que maldiciones han marcado el deporte
EFE
El trabajo, la estrategia y la suerte son factores que inciden en el deporte, aunque también intervienen otros elementos como el mal fario que en algunos casos se producen. El equipo de los Cachorros (Cubs) de Chicago, conocidos en Estados Unidos como los “adorables perdedores”, bien sabe de maldiciones aunque ya escriban sobre este asunto en pasado.
Su victoria ante los Indios de Cleveland en las Series Mundiales, que no conseguían desde 1908, ha enterrado su mala suerte y la “maldición de la cabra” que les perseguía desde octubre 1945.
El origen de este mal fario se debe a Billy Sianis, propietario de una taberna, que se presentó con dos entradas a las puertas del estadio Wrigley Field para el cuarto partido de la Serie Mundial ante los Tigres de Detroit.
Sianis acudió al estadio acompañado de… una cabra. “¡No señor, animales no pueden entrar!”, lo paró de forma poco amigable el portero que estaba en el Wrigley Field. Tras discutir con el empleado de los Cachorros, este tabernero logró que el rumiante accediera al estadio hasta que el dueño del equipo de Chicago, el señor Wrigley, los mandó sacar debido a que el animal apestaba.
Billy Sianis, dolido por este rechazo, profirió la “maldición de la cabra” asegurando que los Cachorros ya no ganarían más una Serie Mundial, algo que se ha cumplido hasta el 2 de noviembre de 2016.
“Se acabó la maldición: ¡Cachorros campeones de la Serie Mundial!”, festejaban desde la propia página web de este equipo que no vivía un momento similar desde 1908.
La maldición de Sianis no es la única que ha habido en el béisbol. Una de las más famosas la sufrieron los Medias Rojas de Boston, cuando en 1920 vendieron al jugador Babe Ruth, el “Bambino”, a los Yankees de Nueva York y, desde entonces, no ganaron las Series Mundiales hasta 2004.
Los Filis de Filadelfia convivieron con la maldición de “William Penn”, desde 1987 hasta 2008, cuando la construcción del edificio One Liberty Place (de 228 metros) sobrepasó la altura de la estatua del fundador de la colonia de Pensilvania, William Penn (de 167 metros).
La ausencia de títulos en ese período hizo pensar a los seguidores de los Filis que se debía a que la construcción de ese edificio violó una ley, no escrita, que prohibía que se levantaran edificaciones más altas que la estatua de Penn.
Los malos farios en el deporte estadounidense no acaban en el béisbol. El equipo de hockey sobre hielo de los Rangers de Nueva York tiene su propio capítulo cuando, en 1940, festejaron el título de la Copa Stanley quemando los papeles de la deuda de su estadio.
Los seguidores de los Rangers pensaron que ese hecho fue un mal augurio porque vivieron una sequía de títulos de 54 años.
La NFL (la liga de fútbol americano) también contribuye a este relato de maldiciones en la persona de Bobby Layne, leyenda de este deporte en los años cincuenta, que ganó tres títulos con los Leones de Detroit antes de ser vendido a los Acereros de Pittsburgh en 1958.
Este traspaso no sentó nada bien a Layne que dejó la frase de: “los Lions no ganaran nada en los próximos 50 años”. El pronóstico de Layne se quedó cortó porque 58 años después, la sequía de los Leones de Detroit continua.
Las maldiciones en el fútbol
El mundo del fútbol cuenta con un episodio parecido al vaticinio de Layne. En este caso fue el entrenador húngaro Bela Guttmann, quien tras ganar la Copa de Europa de 1962 con el Benfica de Lisboa rompió su compromiso con este equipo por discrepancias con sus directivos. “El Benfica no ganará otra sin mí en el banquillo”, dijo un enojado Guttmann.
La conocida como “maldición Guttmann” se cumple desde entonces, después de perder ocho finales continentales en este tiempo: la Copa de Europa de 1963 y 1990 (las dos ante el AC Milan), la de 1965 (Inter de Milán), 1968 (Manchester United) y 1988 (PSV Eindhoven); también perdieron las finales en la Copa de la UEFA de 1983, ante el Anderlecht belga, y en la Liga Europa ante el Chelsea en 2013 y ante el Sevilla en 2014.
Además del mal fario de Guttmann, el fútbol convive con otros maleficios. Desde que se instauró el actual sistema de la Liga de Campeones (Champions League), en 1992, ningún ganador repite título.
Caso similar ocurre en la Copa de Confederaciones. Selección que gana este torneo no alcanza el título en el Mundial del año siguiente. O la Copa América. Hasta ahora quien ha ganado el trofeo continental no lo ha podido hacer en la Copa del Mundo.
La maldición del grupo F de los Mundiales persiste desde que la FIFA amplió a 24 el número de participantes en 1982 y más tarde a 32. Desde el Mundial de España ninguna selección que parte desde este grupo ha ganado el torneo, aunque Argentina estuvo a punto de hacerlo en 2014.
Aunque no todas las maldiciones que pesaban sobre el fútbol siguen vigentes. Alemania acabó en 2014 con el mal fario de que ninguna selección de Europa ganaría un Mundial en América y viceversa, desde que Brasil lo hizo en Suecia 1958.
Fuera del fútbol, otros deportes y competiciones guardan sus propias maldiciones. El Tour de Francia no lo gana un francés desde Bernard Hinault en 1985, un hecho similar a lo que ocurre en el torneo de tenis de Roland Garros que vio ganar al último galo, Yannick Noah, en 1983.
En el caso del Abierto de Australia hay que remontarse a 1976 para ver el nombre de Mark Edmondson como el último australiano en vencer. Sobre la hierba de Wimbledon sobrevoló la maldición británica durante 77 años, hasta que Andy Murray ganó en 2013. Después ha vencido en 2016.
Hasta la victoria de Murray, Fred Perry era el último británico en ganar en el verde de Wimbledon, en 1936, nueve años antes de que se fraguara la “maldición de la cabra” en Chicago. El maleficio de Sianis ya es historia.
Juan A. Medina
EFE/REPORTAJES