Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se conoce también como El Triunfo de la Cruz,y conmemora tres hechos históricos; el descubrimiento de la Vera Cruz en el año 326, su exaltación inicial para veneración pública en el año 335, y la recuperación de la Cruz de manos de los persas en el año 628. Hoy en día esta fiesta también celebra el impacto ilimitado de la cruz de Cristo sobre toda la creación.
En el año 326 la madre de Constantino el emperador, que se llamaba Santa Elena, fue a Jerusalén buscando encontrar la verdadera cruz de Cristo y construir una iglesia sobre los lugares del Monte Calvario y la tumba de Jesús, conocida como el Santo Sepulcro.
Después de una investigación el obispo local confirmó que lo que ella había encontrado eran las Tres Cruces donde crucificaron a Jesús y a los dos ladrones. Como Elena no sabía cuál era la de Cristo, hizo que una mujer enferma tocara las tres cruces, la mujer fue inmediatamente sanada al tocar una de ellas, indicando que se trataba de la Vera Cruz.
Hoy conmemoramos estos eventos históricos, pero el centro de nuestra celebración no es la madera física de la Cruz ni los lugares sagrados donde Jesús murió y fue sepultado, el enfoque principal es el amor infinito mostrado a través del sacrificio perfecto y desinteresado del Hijo de Dios y la ilimitada, que como resultado se ha derramado sobre el mundo.
La cruz misma es un cruel instrumento de tortura y muerte; el hecho de que ahora sea el símbolo del amor perfecto de Dios solo magnífica aún más ese amor y muestra el poder infinito de Dios para usarlo peor para lo mejor, usar la muerte para traer vida y transformar el mayor acto de crueldad en el mayor acto de misericordia otorgado al mundo. La cruz de Cristo debe impregnarnos a cada uno de nosotros transformándonos y haciéndonos nuevos, esto sucede cuando los abrimos infinita misericordia de Dios que fluye de ese sacrificio desinteresado, también ocurre cuando permitimos que cada uno de nuestros sufrimientos, las injusticias soportamos, las cruces, las dificultades y los aspectos más indeseables de nuestra vida compartan el poder redentor de Cristo.
Hacemos esto cuando abrazamos los mandamientos de Jesús de compartir sus sufrimientos unirlos a los suyos y permitirle dar abundantes buenos frutos a través de nosotros. Jesús dijo: «Quien quiera venir en pos de mi, debe negarse a si mismo, tomar su cruz y seguirme, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por mí la encontrará».
Mientras conmemoramos el triunfo de la cruz de Cristo recuerda las cruces que llevas cada día, la mayoría de las veces cuando nos enfrentamos a cruces, buscamos una salida, sucumbimos a la autocompasión, y a menudo menudo somos tentados por la ira y la desesperación. En lugar de eso, trata de permitir que Jesús entre en tus cruces de tu vida diaria, en tus sufrimientos para que los transforme los usé para su gloria, para tu bien, para el bien de los demás, y así se produzca abundancia de buenos frutos que solo Dios puede dar, porque con Dios ¡siempre ganamos!
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