Fernando III demuestra que un rey puede ser santo, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por María García de Fleury

Fernando nació en España en 1199, fue criado por su madre, doña Berenguela, a los 18 años heredó el reinado de Castilla a la muerte de su tío Enrique I. Ya como rey de Castilla pasó un tiempo y teniendo 31 años, al morir su padre Alfonso IX, fue coronado rey de León.

Estas dos fechas, 1.217 y 1.230, son muy importantes porque aseguraron la unificación de ambos reinos, el de Castilla y el de León. La historia militar de Fernando III es muy abundante, duró 27 años y comenzó en 1224 con la toma de Quesada, más tarde en 1227 con la toma de Baeza, reconquistó a Sevilla en 1248 y todas su conquistas se relacionan con hechos religiosos lo que le permitió recuperar para Cristo una buena cantidad de tierras y caminos que habían sido tomadas por los musulmanes que ocupaban gran parte de la Península Ibérica.

Liberó a Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla del poder invasor, se destacó porque reunió en su persona las virtudes cristianas y el ardor del guerrero medieval, fue un rey justo y severo cuando se trataba de castigar a los culpables y al mismo tiempo fue magnánimo y clemente con los enemigos derrotados. Nunca lo movió la avaricia, fue muy respetuoso con todas las iglesias, de modo que no hubo quien se atreviera molestarle.

Tenía el don de la fortaleza de la clemencia y de la sabiduría, fundó la famosa Universidad de Salamanca así como la Universidad de Palencia y la de Valladolid, comenzó con las edificaciones de la catedral de Burgos la de Toledo y de León, era terciario franciscano y se definía a sí mismo como siervo de la Virgen María, cuya imagen llevaba siempre consigo.

Tenía la convicción de que todo reino en la tierra debía someterse al reino de Dios, no tuvo temor de hacer penitencia pública cuando fue necesario, procuraba no agravar los tributos a pesar de las exigencias de la guerra, cuidaba tan bien de sus súbditos que se hizo famoso su dicho: «Más le temo a las maldiciones de una viejecita pobre de mi reino que a todos los musulmanes del África».

Después que falleció su esposa volvió a casarse, al saber que estaba cercana su muerte dejó un testamento espiritual contenido en estas palabras «Señor, desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo me ofrezco a la tierra, recibe mi alma entre tus siervos», abandonó su lecho y se postró en tierra sobre ceniza, recibió los últimos sacramentos, llamó a la reina y a sus hijos para despedirse de ellos y darles sabios consejos.

Volviéndose a los que estaban allí presentes, les pidió que lo perdonarán por alguna involuntaria ofensa y alzando al cielo la vela encendida que sostenía en las manos, la reverenció como símbolo del Espíritu Santo, pidió luego a los sacerdotes que cantaran el Tedeum y así murió el 30 de mayo de 1252. Su cuerpo está incorrupto y se conserva en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, es patrono de España junto con el apóstol Santiago.

El Rey San Fernando III se destacó por su amor a Dios por ser un hombre justo por ocuparse de su pueblo Fernando III vivió y murió con la certeza de que con Dios ¡siempre ganamos!

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