Esquiador venezolano: “Estaba súper cagado, hablando en criollo”
Agencias
Hasta el jueves de esta semana, Adrián Solano era un total desconocido pero su actuación en el Mundial de Esquí Nórdico 2017 lo hizo objeto de burlas, memes y reclamos, además de que le llueven las críticas de atletas profesionales.
El teléfono en casa de Solano en Maracay sonó el lunes. Un hombre de acento extranjero le preguntaba si realmente quería participar en el Mundial de Esquí Nórdico, una posibilidad que el joven cocinero, exmilitar y exestudiante de ingeniería en la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada Nacional (Unefa).
Ese hombre era Aleksi Valavuori, un finlandés que se identifica en su twitter como “fanático de los deportes y apostador”. “Él había visto en la prensa la nota sobre mi deportación en enero y se interesó por mi caso”, explica Solano, hablando desde Lahti, Finlandia con Clímax. “A las seis de la mañana me llamó y cuando le dije que sí quería me dijo ‘arregla tus maletas que tu vuelo sale esta noche a las 10’. Consulté con mi familia y con los otros compañeros de Venezuela (César y Bernando Baena, y Donato Agostinelli), y todos estuvieron de acuerdo en que lo peor que podía hacer era no intentarlo”.
Valavuori había iniciado una colecta para Solano a través de la plataforma GoFundMe que en apenas horas recaudó 4.400 dólares para pagar su traslado y los gastos durante su permanencia en Lahti. La llamada del mecenas desató una carrera contra el tiempo que no terminó bien.
“Llegué el martes a las tres de la mañana a Finlandia, me bajé del avión, hice un viaje como de cuatro horas hasta Lahti, dejé las maletas, recogí los equipos y a la media hora me tocaba salir. De paso era el primero. No sólo no me dio chance ni de conocer la nieve, porque perdí el mes de entrenamiento que iba a hacer en Suecia, sino que ni siquiera pude ver a otro competir antes de lanzarme. En la salida me decían ‘apúrate, dale, dale’, era una gran presión. Estaba súper cagado, hablando en criollo”, confiesa.
En el tope de la colina nevada, una vez que tomó la salida, Solano recuerda que sus sentimientos cambiaron. “Estaba emocionado. No tengo palabras para decir lo que me hizo sentir esa partida. Las veces que me caí algo dentro de mí me decía ‘párate, no importa, levántate’. Quizás no gané, pero haber estado allí ya es una meta. Ahora voy a dar todo lo que tengo para que los que hoy se burlan, que los entiendo, digan un día lo contrario y se sientan orgullosos de mí. ¿Quién llegó a ser grande sin caerse alguna vez? Si me toca caerme nuevamente, me vuelvo a levantar. Al principio sentía mucha pena cuando vi las reacciones en las redes, pero todo se me quitó cuando mi mamá me llamó y me dijo ‘te vi, hijo, y aunque te hayas caído mil veces me siento orgullosa de ti’. Eso me hizo sentir mejor”.
Atletas de alto rendimiento han utilizado sus redes para expresar su molestia por una actuación tan mediocre, cuando ellos tienen que hacer marcas mínimas o superar durísimos clasificatorios para llegar a un mundial. Sólo cuando les responde a ellos, Solano se queda sin palabras: “No tengo nada que decir ante las críticas por el nivel competitivo, sólo que la FIS le está dando la oportunidad a jóvenes esquiadores para participar”.
A la competencia Venezuela asistía como equipo, como parte de la política de la Federación Internacional (FIS) de incentivar la práctica del deporte a través de invitaciones a países no tradicionales, para hacerlo verdaderamente universal. Ecuatorianos, indonesios y atletas de Madagascar aparecen entre los participantes de Lahti 2017. De allí que un atleta de nivel tan bajo como Solano pudiera competir, pues formaba parte de un equipo que estaba inscrito y cuyos integrantes sí tenían experiencia previa.
Adrián Solano jamás había practicado ningún deporte de forma consistente, más allá de caimaneras de fútbol y beisbol, o la actividad física durante el servicio militar que prestó entre los 18 y los 19 años en el 825 Batallón de Armamento Manuel del Toro. Eso cambió cuando conoció hace poco más de un año a su entrenador César Baena.
“El presidente Maduro le había entregado un reconocimiento y lo estimuló a que difundiera su deporte en el país. Él lo hizo y comenzó entrenamientos con un grupo de seis muchachos, de los cuales al final sólo quedé yo, porque el trabajo era muy fuerte y los demás no pudieron seguir el trote”. Las prácticas eran los fines de semana en rollerski, una variante que se ejecuta con esquíes con ruedas sobre el asfalto. “Así comenzó mi pasión por el deporte. Rodábamos en Las Delicias, en Las Ballenas, en el Hotel Maracay donde hay unas bajadas bastante pronunciadas; pero aunque el tipo de trabajo es muy parecido, nunca será lo mismo que si hubiera tenido oportunidad de practicar en nieve, porque el equilibrio se mantiene de manera distinta”.
En sus redes sociales jamás reflejó estas experiencias. “En realidad no usaba mucho las redes antes de salir a Francia, las veía como algo mío donde sólo sacaba a mi familia y amigos, pero nunca me animé a compartir lo que estaba haciendo con César y los otros esquiadores”. De allí que las autoridades francesas dudaran de su carrera, y el público apenas pueda conseguir imágenes de su trayectoria.
Solano reconoce las razones de sus detractores, pero no admite que se le tilde de “enchufado”, aunque sus fotos en redes sociales revelan sus simpatías con el gobierno. “El boleto del viaje que perdí a Suecia me lo compré yo mismo con mis tres trabajos y la ayuda de mis amigos, no tuve ningún tipo de aporte oficial, aunque se suponía que el que correría con mis gastos allá sería César”.
Adrián es cocinero en casa de una familia (cuyo nombre prefiere mantener en reserva) y por las noches es asistente del chef en el restaurante de esos mismos patrones. La cocina la define como una segunda pasión, con cuyos dividendos ayuda a su madre en una pequeña inmobiliaria familiar.
Esa realidad está por cambiar, como las coordenadas de su mapa, porque el “peor esquiador de todos los tiempos” regresa el sábado 24 de febrero a Venezuela, para viajar de nuevo a Europa en el corto plazo. Su caso ha despertado un interés global, por la mezcla de hilaridad y sentimientos de solidaridad de su aparatosa participación mundialista, y mientras atiende una entrevista tras otra (desde agencias de noticias hasta CNN y BBC, pasando por The New York Times) celebra que ya tiene patrocinantes.
Su benefactor Aleksi Valavouri es uno de ellos, a través de una empresa de su propiedad, y una importante constructora de techos en Finlandia también se ha interesado en apoyarlo. “Debo regresar pronto, porque tengo varias propuestas, incluso una de Rusia que incluye hospedaje en casa del entrenador que me ha llamado”.
Solano quiere vivir su propia “Venezuela bajo cero”, como la emblemática película de 1993 sobre el primer equipo olímpico de bobsled de Jamaica. Eso sí, aspira que el final de la historia sea más feliz que el cierre desternillante de su primer capítulo.