En busca de paz, por María García de Fleury
María García de Fleury
En nuestro mundo ruidoso, abrumador, ocupado, distraído, cada uno de nosotros clamamos por paz. Paz en nuestros corazones, paz en nuestros cuerpos, en nuestra mente. Hay quienes hacen ejercicio para calmar el cuerpo y la mente. El movimiento y la actividad física tienen un efecto calmante fisiológico demostrado en el cuerpo. Una caminata tranquila, un paseo en bicicleta, estiramientos suaves, brindan paz. El ejercicio es excelente para calmar el cuerpo.
Hay también otra forma de buscar la paz que es a través de la oración. Puede parecer simple pero he descubierto que cuanto más oro más en paz estoy. La paz de Cristo es absolutamente el mejor regalo que puedo darme porque si estoy en paz puedo llevar la paz de Cristo a los demás en forma de bondad, de gentileza, de silencio, aceptación, amor, aliento, esperanza.
En el capítulo 16 de San Juan Jesús dijo: les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán problemas, pero confíen yo he conquistado el mundo. Tener paz no significa que no haya conflictos. Los conflictos son parte de nuestra vida. Sin embargo, podemos aprender a proteger ese lugar dentro de nosotros donde vive Jesús y podemos ir ahí en cualquier momento en medio del ajetreo de la vida.
Con frecuencia pensamos en la paz como un sentimiento. La paz es mucho más que un sentimiento. La paz es una acción, es un deseo de buscar y entregarse a Dios. Incluso en tiempos de gran sufrimiento, de dificultades, de problemas se puede buscar la paz porque ofrece una oportunidad para unirnos a Dios. Jesús está ahí para ayudarnos a llevar el peso de todas y cada una de nuestras cruces.
Cuando nos acostumbramos a acudir a él en oración todos los días ponemos la paz en acción y como un músculo que se fortalece con el uso nos volvemos más capaces de mantener nuestra paz. Tanto la búsqueda como el mantenimiento de la paz son una práctica que dura toda la vida. En un mundo donde es tan común sentirse angustiado, preocupado por muchas cosas, puede ser muy fácil perder la paz a medida que las ansiedades del día aumentan y nos abruman empujándonos a actuar frenéticamente. Una vida de acción ansiosa no es lo que Dios quiere para nosotros. El desaliento puede dificultar el camino hacia la paz. Sentirse desanimado no es una derrota.
Lea la vida de los santos, consuélate con el hecho de que ninguno de ellos fue perfectamente pacífico. Santa Faustina Kowalska, Santa Teresa de Calcuta, Edith Stein, San Francisco de Asís, San Padre Pío, San Juan Pablo II son grandes ejemplos de santos que lucharon en su tiempo para permanecer en paz y confiar en Dios.
En la última cena Jesús les dijo a sus discípulos, «la paz les dejo, mi paz les doy. Yo no te la doy como el mundo te lo da. No se turbe tu corazón ni tengas miedo». Nuestra paz sólo puede encontrarse en Cristo y sólo se encuentra en Dios, porque Dios nos hizo por amor, no por miedo.
Él quiere que encontremos nuestro descanso en Él. Nuestro viaje puede ser difícil, puede que nuestra vida esté llena de sufrimientos y problemas, pero recuerda Jesús siempre está ahí para nosotros. Es buscándolo a Él que encontramos nuestra paz, porque Jesús es Dios y con Dios ¡siempre ganamos!
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