Para José Gregorio Hernández sus años en la Universidad fueron de retos. En los primeros días tuvo que soportar burlas por su forma de ser. Era el tiempo en el que los estudiantes, por moda intelectual, revelaban contra la religión y en nombre de la ciencia se decían «Soy libertino». Y eran libertinos en sus costumbres y descreídos en las costumbres religiosas considerándolas como un atraso en los pueblos modernos y civilizados.
Pero la educación en valores y virtudes cristianas que había recibido José Gregorio Hernández lo ayudaron a perseverar libremente en sus principios y así tomar sus decisiones de vida. Sus compañeros llegaron a respetarlos y no se atrevían a burlarse de él ni pronunciar palabras indebidas frente a él.
Su personalidad y firmeza le hizo obtener las más altas calificaciones e hizo que todos aplaudieran su progreso y los respetaran cada vez más.
Su cercanía a la misa y a la comunión frecuente lo ayudaban a alcanzar paz y tranquilidad porque estaba consciente que con Dios, ¡siempre ganamos!
