El virólogo venezolano que logró aislar el COVID-19
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El científico Miguel Quiñones-Mateu no puede leer casi nada de lo que se escribe sobre él. Todos los días se encuentra en un búnker con un sistema de bioseguridad nivel 3, una estructura especialmente diseñada como una clínica para manipular brotes desconocidos que representen un riesgo para la humanidad.
Una doble puerta de acceso, un registro de datos personales y entradas selladas es lo que deja atrás cuando llega a su oficina, donde se estudia el Covid-19.
“Trabajo las 24 horas”, dice al presentarse para después explicar que sus estudios se enfocan en las soluciones que puede aportar a través de sus conocimientos. En su laboratorio tiene las únicas muestras para estudiar el coronavirus de Wuhan en Nueva Zelanda.
Entre su cabello blanco se dibujan dos entradas profundas que podrían ser un reflejo de su experiencia en las ciencias naturales. Junto con su equipo de trabajo logró crear una prueba capaz de detectar el Covid-19 bajo un mecanismo en el que se puede introducir al menos 300 muestras.
El biólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con doctorado en Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, explicó para El Diario que este método ayudó a que en solo seis semanas se pudiera detectar los primeros casos de este brote en Dunedin, al sur de Nueva Zelanda.
Este test se llama “COVID-19 qRT-PCR Panther-Fusion” y para hacerlo diseñaron unos plásmidos, pequeñas moléculas de ADN, que aislan el material genético del virus.
Las partículas, al entrar en contacto con la secuencia molecular del brote, pueden detectar si un paciente es positivo para coronavirus de Wuhan.
Dichos plásmidos, hasta ahora, son los únicos que se encuentran disponibles en el país para realizar los controles del virus.
Quiñones agrega que, como no se habían registrado los primeros casos en Dunedin, generar una muestra clínica que imitara el brote fue un avance importante para contener una expansión del Covid-19 en esta ciudad.
El especialista en diagnóstico molecular aseguró que, tras haber logrado aislar el Covid-19, se iniciarán los estudios que contribuyan con la fabricación de la vacuna y antivirales.
Añade que alrededor del mundo existen al menos 100 vacunas que están en las primeras fases de estudio. “La búsqueda de la cura se está acelerando para que su aprobación se produzca a finales de este año, o incluso a principios del año próximo”, señaló.
Para Quiñones ningún país se puede conformar con una sola prueba capaz de detectar el Covid-19. En el caso de Nueva Zelanda —país separado en dos islas— en la Isla del Norte, donde se encuentra la capital, tienen un sistema diferente de pruebas con respecto a la Isla del Sur para abarcar todas las exigencias de la emergencia sanitaria producto de la pandemia.
Falta de sensibilidad en las pruebas chinas
El profesor Quinones-Mateu, quien también es director del Centro Webster de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Otago, explicó que las pruebas instantáneas promovidas por China corren el riesgo de que sus dispositivos no detecten el virus por tener un índice muy bajo de sensibilidad.
Por ello, aseguró que el método más efectivo, con respecto a este brote, es a través de los sistemas PCR porque son capaces de detectar en bruto el material genético del Covid-19.
“En los sistemas PCR se puede identificar el virus incluso con muy poquita muestra. El otro problema que tienen los test chinos es que cuando una persona se infecta puede pasar una cierta cantidad de días hasta que el sistema inmunológico pueda empezar a generar anticuerpos contra el Covid-19, esto es lo que detectan estos test, y por ello algunas pruebas pueden tender a no poder identificarlo. Si bien estos instrumentos sirven para diagnosticar a las personas que han estado expuestas, en este momento yo no recomendaría los test serológicos para descartar, para estas situaciones lo mejor es el sistema PCR”, indicó.
Quiñones aseguró que en Venezuela la única institución que contaba con el sistema PCR era el Instituto Nacional de Higiene; sin embargo, desconoce las capacidades del centro médico para enfrentar el virus.
La ciencia la describe como algo extremadamente adictivo, que se dispara sin límites cuando uno quiere saber algo y ya no puede parar. Quiñones pasa más de 24 horas encerrado en un laboratorio y muy poco conoce sobre vacaciones.
La ciencia es atracción, es algo que solo puede hacerse con pasión, piensa el egresado de la UCV; y es lo que pasa cuando “un individuo encuentra su nicho ecológico”. En esta oportunidad es el coronavirus de Wuhan, algo que le atrae tanto que pasó a convertirse en su eje del universo, por lo menos mientras dura la pandemia.
Fuente El diario