El secreto de llamar a las personas por su nombre
Agencias
Simple y sencillo, el pequeño detalle de llamar a las personas por su nombre produce un efecto psicológico muy positivo en las relaciones personales. Nos hace sentir escuchados, valorados e importantes; establece un puente de confianza y vuelve a las personas más receptivas. Conlleva un elevado impacto emocional.
Y es que realmente el nombre propio es nuestra seña de identidad. El hecho de que nos recuerden por nuestro nombre es algo que agradecemos con calidez, ya que despierta nuestra empatía de forma inmediata.
Cale Carnegie, exitoso empresario estadounidense y un apasionado del concepto de liderazgo, hablaba de este gesto tan simple: “Llame a los demás por su nombre, recuerde que para toda persona, su nombre es el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”.
Exponía ejemplos muy interesantes: Theodore Roosevelt recordaba los nombres de cada uno de los empleados de la Casa Blanca, sus vidas, historias, familias y sus dolencias personales. No sólo eso, también lo hacía con cientos de electores, referentes políticos, nacionales e internacionales. Un hombre con gran liderazgo.
Según una revolucionaria investigación de la Universidad de Nueva Jersey (EE.UU.), cuando escuchamos nuestro propio nombre, el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro se activa con más esfuerzo que cuando oímos el nombre de otras personas. Concretamente, la actividad es mayor en las neuronas de la corteza frontal media y la corteza temporal.
“Estos experimentos demuestran que reconocer que alguien nos nombra, pone en marcha zonas cerebrales específicas que permanecen en silencio el resto del tiempo”, concluían los autores en un artículo de la revista Brain Research.