El príncipe Ali, un militar que quiere poner orden en la FIFA
Zúrich, Suiza | AFP | Con formación militar y rango de general en Jordania, el príncipe Ali Bin Al Hussein, medio hermano del rey Abdalá II, quiere lograr la hazaña de terminar con la ‘era Blatter’ e intentará aprovechar sus conocimientos para poner orden en una FIFA hundida en la crisis.
El enésimo escándalo de corrupción que se conoció el miércoles puede suponer el impulso definitivo para Ali, que llegaba con el cartel de víctima pero que ha tratado de convencer a los delegados de las federaciones nacionales con un discurso educado, su trabajo incansable recorriendo el mundo y su entusiasmo por ser el capitán del barco en medio de la tormenta.
Habla perfectamente inglés y en su carácter pragmático y elegante en las formas ha tenido influencia la cultura anglosajona.
Empezó formándose en Amán, pero luego pasó a vivir en Estados Unidos, donde se diplomó en 1993 en la Salisbury School, en el estado de Connecticut.
Luego le tocó cumplir con una tradición de la familia real jordana, la de adquirir formación militar y pasó a la Academia de Sandhurst, en Gran Bretaña.
Con lo aprendido allí sirvió como jefe de la seguridad especial del rey jordano de 1999 a 2008, antes de volcar su trabajo en el deporte, su gran pasión, que divide entre la lucha grecorromana y en el fútbol, esa última con mayor intensidad en los últimos años.
Responsable de la Federación Jordana de Fútbol, ha sido en los últimos cuatro años vicepresidente de la FIFA a propuesta de la Confederación Asiática de Fútbol (AFC), de la que se había distanciado recientemente, hasta el punto de que no le han propuesto como vicepresidente en representación de Asia para el periodo 2015-2019, con lo que quedará fuera del gobierno de la FIFA en caso de no ganar la elección.
– ¿Un presidente discreto? –
En estos últimos años ha ido adquiriendo notoriedad a pesar de adoptar un perfil bajo. Ha hecho de la limpieza, la honradez y la ética sus caballos de batalla, presentándose como el antídoto perfecto para llevar a la FIFA a una nueva época.
«El día en el que no se hable más del presidente de la FIFA será el día en el que la organización irá en la buena dirección», afirmó al principio de esta semana en un vídeo, insistiendo en que no quiere ser protagonista sino motor del cambio.
Desde 2004, el príncipe Ali está casado con la experiodista argelina Rym Brahimi, con la que tiene una niña y un niño, con los que no ha dudado en posar durante la promoción de su campaña.
En su despacho tiene una foto de su padre, el rey Hussein, que tuvo a Ali en su tercer matrimonio, con la reina Alia, una jordana de origen palestino que murió en un accidente de helicóptero en 1977, apenas dos años después del nacimiento del hombre que ahora quiere presidir la FIFA.
En sus años en el fútbol se ha esforzado especialmente por fomentar el fútbol juvenil y el femenino, y así lo ha hecho a través de un proyecto creado con su impulso, una asociación para la promoción del fútbol asiático (AFDP, sin ánimo lucrativo).
Sus dotes de negociador le permitieron además conseguir que la FIFA autorizara que las mujeres pudieran jugar con la cabeza cubierta, una medida considerada muy importante para el mundo musulmán.
«Soy un ferviente partidario del fútbol femenino. Quiero que todas las niñas y mujeres puedan jugar en ese gran deporte», defiende.
Una capacidad negociadora y una amplitud de miras que serán muy importantes si consigue finalmente tomar el mando del buque de una FIFA a la deriva.