El Pesebre, por María García de Fleury
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Soy María García de Fleury.
El pesebre es la razón de la Navidad, porque Navidad significa natividad, nacimiento, nacimiento del Hijo de Dios. A finales del siglo II ya existían representaciones del pesebre. Al principio se pintaban en las catacumbas de Roma, pero en el año 1220 San Francisco de Asís realizó un viaje a Belén donde observó que festejaban la Navidad representando el nacimiento de Cristo. Regresó a Italia conmovido con aquella escena y le pidió permiso al Papa, de ese tiempo que se llamaba Honorio III, autorización para personificar el nacimiento del Niño Jesús con un pesebre viviente.
Su intención era poner a disposición de las personas pobres y analfabetas, incapaces de leer en primera persona los eventos tan preciosos del nacimiento del Salvador del Mundo. Decía San Francisco, quiero hacer algo que traiga a la memoria el recuerdo de ese niño que nació en Belén. Por eso la noche de Navidad invitó a toda la gente del pueblo de Grecio a una celebración especial. Preparó el pesebre, colocó el heno, hizo entrar al buey y al burro con antorchas y iluminó la noche.
La gente acudió y celebró alegremente el nuevo misterio, cantaron alabanzas al Señor, se hizo honor a la simplicidad, se los dio la humildad y se creó un nuevo Belén donde San Francisco contó con emoción y devoción acerca del nacimiento del pobre Rey y la pequeña ciudad de Belén. La costumbre de los pesebres vivientes se fue difundiendo por toda Italia y luego pasó a América. Con el paso de los años en algunos lugares los actores fueron reemplazados por figuras en madera, cera, pasta, papel, cartón, porcelana, arcilla.
Los pesebres con figuras se instalaron primero en las iglesias hacia el siglo XV durante el Renacimiento y en las casas de familia a partir del siglo XVIII. El pesebre es una manifestación de devoción popular creada por la gente sencilla para la gente sencilla y durante los siglos ha adquirido una identidad que en sus infinitas variaciones regionales del mundo en general permanece vinculado a un mundo que encuentra más en los símbolos que no en las palabras su propia expresión.
Cuando el evangelista Lucas dice sencillamente que María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre porque no había sitio para ellos en la posada, queremos destacar que el pesebre era un sitio donde los animales iban a comer y ahí fue puesto Jesús, un simbolismo que San Agustín había descubierto cuando dijo, puesto en el pesebre se convirtió en alimento para nosotros.
Además, el mismo nombre de Belén viene de la palabra Beth Lehem que significa casa del pan. Jesús dijo que él era el pan bajado del cielo y nos invita a comer su cuerpo, realidad que se llevará a cabo con la Eucaristía. El nacimiento nos une a todos, llenos de alegría, uniéndonos también al mismo acontecimiento.
El misterio de la Navidad representado en el pesebre era indispensable en todas las casas, esta tradición ha pasado de padres a hijos, en su simplicidad el pesebre transmite la esperanza, esa esperanza que el niño de Belén entrega porque ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación de la humanidad, la santidad de quien confía en Dios y amigos con Dios siempre ganamos.
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