El Papa sigue resfriado y pide a un colaborador que lea la catequesis
EFE | Foto: Referencial
El papa Francisco afirmó este miércoles que sigue un poco resfriado y prefirió que la catequesis de la audiencia general la leyese un colaborador, después de que los días pasados tuvo que anular algunos actos por gripe.
«Sigo un poco resfriado por eso he pedido a monseñor (Filippo) Ciampanelli que lea la catequesis», dijo el papa que llegó en silla de ruedas al aula Pablo VI, donde se celebra la audiencia.
Tampoco leyó el discurso en la audiencia a los obispos de la iglesia patriarcal de Cilicia de los Armenios que recibió antes de la audiencia general.
El pasado lunes, el Vaticano informó de que persistían «los leves síntomas gripales, aunque sin fiebre», pero que por precaución se habían suspendido las audiencias previstas.
El pontífice si celebró el domingo el tradicional rezo dominical del ángelus asomado a la ventana del palacio pontificio y leyó con buena voz ante los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.
A finales de noviembre, el papa sufrió una bronquitis por la que tuvo que anular algunos de los actos y celebrar el ángelus en privado y también ser sustituido por un colaborador para leer sus discursos.
Para permitir su recuperación, el pontífice argentino anuló el viaje previsto a principios de diciembre a Dubai para participar en la cumbre del Clima.
Pero después se recuperó totalmente e incluso el 8 de diciembre acudió a la plaza de España al tradicional homenaje a la Virgen de la Inmaculada.
La catequesis de la audiencia de este miércoles la dedicó Francisco a la envida y la vanagloria.
El discurso preparado del papa dice: «El rostro del envidioso es siempre triste, tiene su mirada baja, parece estar constantemente investigando el suelo, pero en realidad no ve nada porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro»
«Abel morirá por manos de Caín, que no pudo soportar la felicidad de su hermano», añade.
Mientras que sobre la vanagloria, el papa escribe: «Va de la mano del demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son propios de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada e infundada».
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