El Padre Cesareo Gil Atrio, un hombre insigne, por María García de Fleury
María García de Fleury
Ser un hombre insigne significa, de acuerdo al diccionario, ser célebre, famoso, ilustre, conocido, nombrado, renombrado, distinguido, preclaro, prestigioso, reputado. Y todas esas cualidades las llenaba el padre Cesario Gil Atrio, a quien conocemos como el cura Gil, y quien nació en Orense, España, el 14 de mayo de 1922.
Se hizo sacerdote de la hermandad de los sacerdotes operarios diocesanos y fue enviado a Venezuela a los 37 años, donde vivió el resto de sus 38 años de vida hasta su fallecimiento en Caracas el 14 de octubre del año 1997 a los 75 años.
Desempeñó un intenso apostolado de acercamiento de todas las personas a Dios con quienes pudo tener en contacto, sobre todo a través de los cursillos de cristiandad.
El cura Gil estaba claro que vivimos en un mundo cada vez más turbulento, confuso, y como verdadero hombre de Dios, vivió con autenticidad los lineamientos del evangelio, aunque para algunos fuera un tanto desconcertante. Hay cosas importantes que hacen que una persona se distinga de las demás.
Por ejemplo, el padre Gil se distinguía porque estaba claro que vale la pena trabajar duro por cualquier cosa que valga la pena. Sabía que solo se recibe lo que se da. Se distinguía porque trataba a todos con respeto, era capaz de tener empatía y tenía la capacidad de perdonar.
Cuando hablaba, decía lo que decía y lo que quería decir, sin dobles discursos, sin cinismo, sin tener que leer entre líneas. Él iba al grano. Sabía que la honestidad y el tacto es siempre la mejor política. Los atajos, las superficialidades no tenían cabida en el mundo de una persona responsable, honesta y trabajadora como él.
Era serio, pero sabía disfrutar con los demás. Este sacerdote gallego, el padre, el padre Cesario Gil, conocido dentro y fuera de Venezuela, además de líder, de eminente maestro, de sabio orientador y enérgico conductor de hombres y de empresa, ocupó un lugar de gran importancia en la historia de la Iglesia en Venezuela. Fundó casas de retiro en distintos estados del país.
Fundó el Centro de Estudios Mocenzol para que se formaran jóvenes venezolanos con hambre de Dios y se hicieran sacerdote. Al mismo tiempo, llevó a cabo la Editorial Trípode, editorial que viene funcionando desde hace unos 58 años y que a su vez no solamente se dedica a editar las encíclicas y exhortaciones papales, sino también a fomentar escritos y escritores con el concurso Trípode. Además, construyó la Iglesia María Madre de la Iglesia en la urbanización El Marqués, en Caracas.
El padre Cesario Gil hizo una elección de vida. Eligió ser hombre de Dios y, por lo tanto, sacerdote. Optó por vivir un compromiso inquebrantable de invertir en su vida espiritual para poderle dar a los demás.
Trabajó buscando la excelencia constantemente renovada en las almas de todos aquellos a quienes pudiera llegar personalmente o a través de sus libros y escritos. Se esforzaba a diario por acercar personas a Dios, convirtiéndolas o haciendo que cada día fueran mejores.
Conocía la importancia de la conexión humana. El padre Gil, este hombre insigne, fue y sigue siendo un hombre respetado y admirado, porque, entre otras cosas, estaba pendiente de ayudar a otros a tener éxito, a surgir porque eran capaces de vivir vidas honestas, responsables y coherentes frente a Dios.
El padre Gil sabía siempre que con Dios siempre ganamos.
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