El Cura de Ars: Predicador, confesor e incorrupto - 800Noticias
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800 Noticias | Maholy Meneses

El santo cura de Ars, cuyo nombre era Juan María Vianney, fue un sacerdote francés cuya juventud la vivió en el campo en tiempos de la Revolución Francesa. Decía que tenía una deuda con su madre, pues las virtudes pasan fácilmente de las madres al corazón de sus hijos, quienes voluntariamente hacen lo que ven que se hace.

De ese hombre emanó una influencia que no puede pasarse por alto y cuyos resultados no pueden cuestionarse, quería ser sacerdote, pero fue después de mucho trabajo y muchos obstáculos que Juan fue admitido de sacerdocio. Allí, estudiando, también tuvo un sinfín de problemas, porque no lograba aprender muchas cosas, entre ellas el latín.

Por su comportamiento ejemplar, finalmente le permitieron ordenarse sacerdote y lo enviaron a un pueblo muy pequeño llamado Ars, con sólo 200 habitantes, un pueblo que estaba en el olvido y muy alejado de Dios.

La gente del pueblo no pudo permanecer mucho tiempo al margen de la gracia que irradiaba esa notable personalidad de su nuevo sacerdote, y la pequeña aldea fue mejorando cada vez más. El padre Juan Vianney sufrió muchos ataques físicos y espirituales, pero no estaba desprevenido, sabía que el enemigo levantaría la cabeza y decía «si un sacerdote está decidido a no perder su alma, en cuanto surja algún desorden en la parroquia, debe pisotear todas las consideraciones humanas, así como el miedo al desprecio y al odio de su pueblo. No debe permitir que nada le obstaculice el cumplimiento de su deber, incluso si estuviera seguro de ser asesinado al bajar del púlpito».

Era un hombre de profunda oración y penitencia, inmenso amor a la Eucaristía, inmenso amor también a la Virgen María y al rezo del rosario. En sus primeros sermones arremetió contra los vicios predominantes en el pueblo, blasfemias, maldiciones, profanación del domingo, bailes y tertulias en tabernas, canciones y conversaciones inmodestas. Sus prédicas eran sencillas e impactantes. Él era cercano y advertía constantemente sobre las hechanzas del demonio.

El padre Juan María Bieney, el cura de Ars, trabajaba sobre sí mismo para poder alcanzar en su propia persona el ideal que exigía a sus feligreses, se tomaba toda su vida religiosa con gran seriedad, ayunaba haciendo una comida al día, comía un poco de pan negro y una o dos papas cocidas en agua, cocinaba para toda la semana guardándolo en una cacerola de barro. Dormía sobre un colchón desnudo, así reducía al mínimo las exigencias de su vida.

Los habitantes de Ars se dieron cuenta que su sacerdote siempre hacía lo que decía y practicaba lo que predicaba nunca lo vieron permitirse ningún tipo de relajación. Decía que un sacerdote es un hombre que ocupa el lugar de Dios.

Juan María Bieney falleció a los 73 años el 4 de agosto de 1859 y su cuerpo está incorrupto. Durante los 40 años que vivió en Ars, visitaba a los vecinos casa por casa, les brindaba atención pastoral y sacramental, procuraba aliviar su pobreza compartiendo lo poco que tenía, incluso creó un orfanato y una escuela para niños.

El gran milagro del cura de Ars fue su confesionario donde iba gente de todas partes, de todas clases sociales, de día y de noche y allí lograba la conversión de los pecadores. Lo que verdaderamente lo llenaba de alegría era el regreso de las almas a Dios porque él tenía la certeza de que con Dios siempre ganamos.

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