El Bautismo de Jesús, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Con la fiesta del bautismo del Señor se cierra el tiempo en Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. Con la Navidad y la llegada de los Reyes Magos conocidos como la epifanía, celebramos el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso y es que Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad por cada uno de nosotros y se ha revelado como aquel que nunca nos abandonará a un destino ciego.
Este domingo del bautismo de Jesús es como una bisagra, cierra un tiempo y abre otro, une la infancia y la vida oculta de Jesús con su presentación como mesías. El bautismo de Jesús por Juan hace una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la antigua y la nueva alianza, entre el tiempo de preparación y el tiempo de cumplimiento de las promesas.
Pasar de la Navidad al bautismo de Jesús es cómo pasar muchas páginas de la vida de Jesús porque ya tenemos delante al hijo de Dios adulto, dando la cara en lo que va a ser su misión, esa es la fuerza del misterio de la Encarnación, la humanidad de nuestro Dios que quiere comunicarnos su divinidad a través de su Hijo Jesucristo.
El bautismo de Jesús rompe el silencio de Nazaret de unos 30 años, el silencio de Nazaret es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida que llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El evangelio de Marcos en el capitulo 1 dice:
«Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazareth de Galilea y fue bautizado por Juan en el Río Jordán, al salir del agua vio que los cielos se abrían y el Espíritu, como una paloma, descendía sobre él y vino una voz del cielo que decía ‘tu eres mi hijo amado, en tí yo me complazco’.
Aquí aparecen claramente las tres personas de la Santísima Trinidad al mismo tiempo, el Hijo siendo bautizado, el Espíritu Santo descendiendo y el padre hablando desde los cielos. Así el Padre y el Espíritu Santo confirman la divinidad de Cristo y Jesús se somete a la voluntad de su Padre.
Jesús quiere ser solidario con el pueblo y ve en las palabras Juan Bautista el anuncio de tiempo nuevo que exige cambio de mentalidad, que exige conversión para dejar que el tiempo nuevo de Dios sea quien transforme la historia de la humanidad y al mismo tiempo que Dios sea verdaderamente el Señor de nuestra vida. Jesús es el gran testigo y profeta es el elegido y preferido, lleno de espíritu, desbordante de razón y su justicia, capaz de establecer el nuevo derecho.
El bautismo de Jesús atestigua públicamente que está a favor de la conversión y que su proyecto es cumplir la voluntad del Padre.
Jesús asumió y cargó con nuestro pecado, vino a salvarnos desde dentro de la experiencia y de la historia humana y se comprometió con una opción fundamental, la de pasar haciendo el bien.
Propongámonos recordar y celebrar el día de nuestro bautismo, qué es nuestro cumpleaños frente a Dios y agradecerle que a través del bautismo comenzamos pertenecer a la familia de Dios como sus hijos, pongamos a nuestros hijos nombres de personas que le sirvan de modelo de vida, porque bautizarse significa estar en comunión con Cristo, que es vida y da amor eterno más allá de la muerte donde encontraremos a Dios y comprobaremos de nuevo que con Dios ¡siempre ganamos!
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