Educar y formar, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por María García de Fleury

Un educador busca ayudar a los alumnos para que aprendan a pensar y razonar con rigor, a descubrir y admirar la belleza, a cultivar la sensibilidad, la memoria, la imaginación a potenciar la propia capacidad expresiva y comunicativa, todo ello en medio de los valores humanos universales y trascendentes con sentido ético; así se forman personas sensibles hacia las necesidades de los demás.

Al enseñar se ofrecen contenidos culturales y científicos que capacitan personalmente al alumno a responder a las demandas de la sociedad en que le toca vivir, son los padres y quiénes hacen sus veces, los que tienen la obligación y el derecho de educar a sus hijos, el derecho de elegir aquellos medios e instituciones mediante los cuales, según las circunstancias de cada lugar puedan proveer mejor para la educación.

Sin duda, el funcionamiento correcto de un estado depende del funcionamiento correcto de los individuos y no al revés, si las personas actuamos vienen sociedad, las cosas de más arriba, como la política, el gobierno y la economía también funcionaran bien.

La formación en valores universales en la virtud moral crea personas sólidas que saben hacia dónde van en la vida, las personas ingenuas, ignorantes, sin valores ni moral son fácilmente explotables por cualquier psicópata malévolo porque son débiles.

Cada persona tiene su propia misión o propósito único en la vida y es responsabilidad de cada uno encontrar y seguir esa verdad, este es el objetivo de educar y eso da sentido y propósito a nuestra vida, elementos fundamentales para alcanzar, la felicidad y la propia realización, la verdad es lo más valioso que tenemos, porque da poder sobre el mundo y poder sobre uno mismo.

Al conocer y aceptar la verdad, podemos tomar decisiones informadas, actuar de manera consciente en el mundo, permite ser auténtico y vivir de acuerdo con nuestras creencias y valores, lo que a su vez lleva a la integridad y propósito de la vida. Con la verdad viene la justicia y la verdadera justicia es la equidad ante la ley, no la igualdad de resultados.

La justicia verdadera no se trata de garantizar resultados iguales para todos sino de asegurar que todos sean tratados de manera equitativa, que todos tengan las mismas oportunidades y se les apliquen las mismas consecuencias. Los padres tenemos la obligación de hacer que las almas de nuestros hijos crezcan en las mejores condiciones posibles, por eso es necesario cuidar la tierra donde coloquemos esa semilla, sobretodo cuando todavía no ha dado raíz la planta, para que caigan en tierra buena donde conserven la fe y den fruto.

Jesús dijo que nuestra luz debe brillar ante otros, lo que no dijo fue que intentáramos encender la lámpara en pleno vendaval, ni tampoco dijo que se pusiera afuera, sino que la vieran los que entran. Tanto la semilla en tierra buena que da fruto, como la luz que ayuda a otros es lo que Dios desea que seamos cada uno, porque somos hijos de Dios con una misión en esta vida y con Dios ¡siempre ganamos!

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