Dos José ejemplos de autoridad, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
En medio de un mundo decadente que vive en el relativismo moral, que mira con indiferencia el derrumbe de la institución familiar, en un mundo donde la autoridad paterna está siendo cada vez más débil, se hace necesario regresar a ver a San José, como una persona que encarna el ideal de custodio, de protector, de guía del niño Jesús y de la virgen María.
San Mateo en su evangelio insiste no sólo en el origen de Jesús no solamente como el hijo de David, sino también como el hijo de José de Nazaret. Lo que ahora llaman la Joséfología, es decir, el estudio de San José, se ha convertido en una gran riqueza para la Cristología pues el conocimiento del Padre en la tierra de Jesús como ícono visible, es decir, como la verdadera imagen del padre celestial, le añade comprensión al misterio de Jesús.
Entendemos a las personas desde sus raíces, desde el contexto existencial donde nace, crece, vive, porque el entorno familiar, cultural y social, condiciona la existencia de la persona. Jesús, el hijo de Dios, se formó en medio de una sociedad, un ambiente, una familia muy concreta donde la influencia del padre era decisiva sobretodo en la transmisión de la fe a la siguiente generación.
San José fue un pilar básico dentro de los planes de Dios, pues fue el espejo humano donde se miró Jesús niño hasta llegar a la madurez. San Mateo en su evangelio recurre constantemente al antiguo testamento y muestra una serie de similitudes de José, el padre legal de Jesús como el nuevo José, siervo de Dios y salvador de mundo.
José, el hijo de Jacob y Raquel, a quien creían muerto sin saber que sus hermanos lo habían vendido y estaba en Egipto. Ante ese gran dolor Raquel le suplicó a Dios: “Añádeme otro hijo!”, así fue como nació Benjamín, pero ella murió de parto y fue enterrada donde estaba, en Belén.
A José lo llamaban el justo vendido, fue un hombre misericordioso con sus hermanos, respondió al mal con el bien, y por llevar a su familia a Egipto, los salvó del hambre y de la muerte.
Precisamente en Belén, muchos años después, nació José de Nazaret, el hombre quien en el tiempo fue prometido para casarse con la virgen María. Tanto José de Egipto como José de Nazaret, se mantuvieron célibes para seguir los planes de Dios, fueron reconocidos como hombres justos, ambos tuvieron sueños para conocer e interpretar las claves de la historia.
Los sueños de José, hijo de Jacob, lo pusieron al frente de Egipto y salvó a su pueblo; los sueños de José, el padre de Jesús, fueron apariciones divinas que lo hicieron recibir a María como esposa y luego ir a Egipto, salvando a los suyos y al mundo entero.
Los dos José se convirtieron en autoridad, uno en Egipto, y otro en la transmisión de la fe que ejerció por delegación de Dios sobre Jesús. Los dos realizaron la salvación en medio de penalidades y sufrimientos, José de Egipto prefigura a José de Nazaret, ambos conocieron por la fe que el altísimo no pide nada que perjudique, sino al contrario, lo que pide es para el triunfo, pues con Dios ¡siempre ganamos!