Devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María
Por: María García de Fleury
A través de los siglos han surgido devociones que la iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, ha admitido y ha hecho suyas, no son innovaciones, son efectos que han ido surgiendo de los dogmas ya establecidos y de la actividad orgánica de la iglesia.
Una vez que la iglesia aprueba una devoción y la confirma con su autoridad, debemos aceptarla porque Jesús dijo a sus apóstoles y a sus sucesores “quien los escuche a ustedes, a mí me escucha, quien los desprecie a ustedes, a mí me desprecia. Amigos, ¿cómo vamos a oír a al Padre si no escuchamos a Cristo?
La devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María es de las devociones más importantes que existen, orientarnos a Cristo por medio de María fue el plan original de Dios Padre y hace que el cristiano pueda vivir a plenitud su relación con el cuerpo místico de Cristo que es la iglesia. A su vez María ha sido proclamada como la Madre de la iglesia por ser la Madre de Cristo que es la cabeza de la iglesia, por eso María y la iglesia son inseparables, así como Cristo y su madre María son inseparables.
En la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María podemos contemplar un tercer amor, el amor a las almas, Jesús y María velan por las almas que tanto ama Dios padre y que no quiere que se pierdan como son las almas del purgatorio, las de la iglesia militante, las almas inocentes, los pecadores, los moribundos, los paganos, en fin, todas las almas.
Cuando repetimos con frecuencia la frase “Jesús, María, los amo, salven las almas”, estamos pidiendo por la conversión de los pecadores, por la unión de las iglesias, por la santificación de los sacerdotes por las vocaciones del estado sacerdotal y religioso.
Repetir con frecuencia la frase “Jesús, María, los amo, salven las almas”, ayudará a cumplir mejor nuestros deberes, a convertir las tristezas en alegría, a consolar en las noches de la vida, ayuda en las tentaciones, hace que sea más agradable el trabajo, convierte el llanto en alegría, fortalece y consuela en las enfermedades, trae las bendiciones sobre los trabajos y sobre las familias, estimula el bien, aleja el mal, obtiene el arrepentimiento del pecador y al justo le aviva su fe.
Repetir la frase “Jesús, María, los amo, salven las almas”, es algo importantísimo porque es un acto de amor que puede decidir la salvación eterna de un alma y vale como reparación de mil blasfemias, solo en el cielo vamos a conocer su valor y la fecundidad para salvar un alma. De vez en cuando toma tu rosario y en cada cuenta repite: “Jesús, María, los amo, salven las almas”, así en 4 o 5 minutos habrás hecho pasar por tus dedos todas las cuentas del rosario y habrás salvado a 55 almas pecadoras, habrás reparado miles de blasfemias.
San Agustín decía que “quien salva un alma, asegura su propia salvación”, las almas que salvamos con este acto de amor serán un día nuestra corona en el cielo.
Amigos, que al levantarnos y acostarnos nuestro pensamiento y oración sea “Jesús, María, los amo, salven las almas”, porque los que se salvan están en el cielo con Dios y con Dios ¡siempre ganamos!