Desatención y negligencia: La otra cara de la acogida a connacionales - 800Noticias
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La historia de Leonardo y su novia (cuyas identidades completas se reservan a petición del declarante, por motivos de seguridad) dista de la narrativa oficial sobre el trato que otorgan a los connacionales cuando regresan al país y son aislados de manera preventiva en refugios, donde cumplen una estricta cuarentena para descartar que sean portadores de COVID-19.

La pareja llegó a Venezuela el 4 de mayo, proveniente de Colombia. Ingresaron por la frontera a San Antonio del Táchira, donde inmediatamente les realizaron las pruebas rápidas que dieron negativas. Los vacunaron contra la toxoide y esa misma tarde los llevaron a un refugio en el Puente Internacional Tienditas. Allí estuvieron hasta el 9 de mayo.

“La comida era asquerosa. En la mañana te daban una arepa pequeña con un pedacito de mortadela; en la tarde, una pasta aguada con sardina y sin sal; en la noche, un bollito que parecía un dedo, también con sardina. La hora de bañarse era a las 5:00 pm”, relató el joven.

Las pruebas rápidas y PCR practicadas a Leonardo y otras cinco personas que lo acompañaban en el confinamiento resultaron negativas | Fotos cortesía

Rumbo a Puerto Ordaz

Su familia vive actualmente en Puerto Ordaz, razón por la que ambos decidieron que al regresar a Venezuela se mudarían a esta zona.

La noche del 9 de mayo partieron en un autobús con otras personas que también regresaban del exterior. Los llevaron al aeropuerto de La Fría, estado Mérida, a donde llegaron aproximadamente a las 5:00 am. El 10 de mayo a las 2:00 pm salió el vuelo con destino a Puerto Ordaz. Su próximo destino fue Fundación Armonía, sus instalaciones son usadas como refugio para los connacionales que requieren ser aislados hasta descartar por completo un posible contagio del coronavirus.

“Nos recibieron muy bien, nos pintaron todo de mil colores. Nos dicen cuántos días vamos a pasar y nos separaron hombres con hombres y mujeres con mujeres”, detalló.

El frío del aire acondicionado comenzó a causar alergia a su novia y una niña de dos meses. Pidieron a alguien de la fundación cambiarlas de cuarto, pero se negaron. Hubo un momento en que la joven llegó a botar sangre por la nariz, pero tenía miedo de decirlo.

Su pareja insistió en que lo comentara con el doctor. Le practicaron nuevamente una prueba rápida y salió negativo, e incluso una prueba PCR. Decidieron aislarla del resto junto a su novio, pero no fue así.

Ella fue llevada al CDI Bella Vista, en San Félix. El resto, seis personas, cuatro adultos y dos niños (uno de 7 años y otra de 5 meses), se quedaron.

“Al rato de que se la llevan, a nosotros nos llevan al Hospital Uyapar. Nos recibe una doctora y nos dice que vamos a estar con otras dos personas que son positivos. Por miedo, nosotros no queríamos entrar. Igual nos metieron en una sala y lo que nos separaba era una pared de tela y nos dan dos pastillas de Cloroquina (tratamiento para la malaria). Yo ya había leído que eso no servía para eso y que más bien podría ser perjudicial y, si te soy sincero, no me las tomé, hice como que sí pero no”, admitió.

Desde entonces empezó el calvario. No solo para Leonardo, sino para las otras cinco personas estuvieron con él en aislamiento, aunque las pruebas seguían dando negativo.

Confinados y obligados a la hambruna

En su estadía en el hospital dejaron de atenderlos, ni siquiera les llevaban la comida. A modo de protesta, el 15 de mayo se encerraron, trancaron la puerta y exigían su salida del centro de salud. Al día siguiente decidieron irse por su cuenta, pero debían violar la seguridad. Un guardia, al conocer su situación, los ayudó. Aprovecharon que en ese momento ingresó un paciente en estado crítico, no saben qué tenía, pero era evidente que no podía respirar. Entre el alboroto, nadie se dio cuenta de que ellos salían con todas sus pertenencias.

El problema fue al llegar al estacionamiento donde los interceptaron funcionarios policiales, luego el Conas, y más tarde el director de Salud, Franklin Franchi, quien conversó con ellos de su situación y la importancia de cumplir con el aislamiento.

Leonardo confirmó lo que en esos días decía una cadena que corrió por grupos de WhatsApp. Los llevaron esa noche al Hotel Rock Inn, en la zona industrial Matanzas.

El 16 de mayo, la fundación les llevó el desayuno a eso de las 10:30 am. “Después se olvidaron de nosotros, hasta las 9:00 pm que un autobús nos busca para llevarnos a una posada. Nos dan de comer como a las 10:00 pm, pero la gente de la posada ya no quería más gente allí. Amenazamos con quedarnos durmiendo en la calle, no queríamos irnos de nuevo al hospital, pero por los niños tuvimos que irnos”.

Un médico del hospital de Guaiparo fue quien una noche les consiguió algo de comida. Desde la mañana no había probado bocado

Esa noche, el traslado de estas seis personas fue hasta el Hospital Dr. Raúl Leoni, en San Félix.

Las comidas fueron irregulares. Les dieron desayuno y almuerzo, pero la cena no. El 19 de mayo, el hambre hizo que decidieran salir nuevamente por cuenta propia.

“Estábamos parados donde están las sillas de espera. El miliciano nos vio y fue como ver al diablo, se paró como a cinco metros de distancia. Nosotros salimos al estacionamiento y el miliciano salió corriendo y dijo que lo golpeamos para escaparnos”, relató.

— ¡Aléjense de ellos que son unos contagiados! – cuenta que gritó el miliciano a la gente que estaba en las adyacencias del centro asistencial. Todos corrieron atemorizados.

“Pedimos hablar con la directora del hospital y lo que ella hizo fue llamarnos al FAES”, acotó.

Sin embargo, no recibieron maltrato o amenazas de este organismo. Hasta les ayudaron con la cena de ese día.

“Nos dice que entremos, que no quiere enviarnos para un comando. Entramos, nos preguntó por nuestra salud, pedimos que nos hicieran otra prueba, nos la hicieron y también salió negativo. Nos hicieron otros cuatro exámenes más y todo bien”, detalló.

Los doctores ya se preguntaban también por qué seguían allí si estaban sanos. Uno de ellos, el 19 de mayo, llegó a las 10:30 pm para el chequeo. Ninguno había comido desde la mañana cuando les llevaron el desayuno. Fue el médico quien les consiguió algo de comida: arroz, unas panquecas y pan. “Nos repartimos eso como pudimos”, dijo el joven.

Una vez más amenazaron con escaparse, pues ya no soportaban el hambre al que los sometían diariamente.

Testigos de ataque a la prensa

A eso de las 10:30 am del jueves 21 de mayo llegó una ambulancia al Hospital Dr. Raúl Leoni, para llevárselos de vuelta a la fundación. Fue justamente el día en que Marialejandra Meléndez, pasante del diario Primicia, tomó unas fotografías en las afueras del centro médico, y personal de seguridad y militares la hostigaron y amenazaron con llevársela detenida.

— Te quería preguntar por la periodista que agarraron en el hospital – quiso saber Leonardo.

— Ella está bien, la liberaron al rato y está en su casa.

— Bueno, nosotros éramos los que íbamos en esa ambulancia y vimos todo.

En Guaiparo estuvieron dos días sin bañarse, ninguno quiso usar los baños por su estado de insalubridad.

A estas seis personas, incluidos los dos niños, les prometieron que les darían de alta el viernes 22 de mayo, pero no fue sino hasta el 27 de mayo cuando les permitieron marcharse después de una última prueba PCR, que también dio negativa.

A su novia la trasladaron al CDI La Unidad, en San Félix, y aunque las pruebas rápidas dieron negativo y estaba asintomática, también tardaron en darle de alta. Hoy, los dos están en sus hogares.

La historia de ambos llegó a conocerse en redes sociales y en las autoridades estaban al tanto, un funcionario se lo hizo saber, por lo que sospechó que los mantenían confinados a modo de represalia, porque otros ya habían salido. Incluso, tuvieron que hacerle una nueva historia porque la primera se extravió.

Las fuerzas militares, entre ellas la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) fueron usadas una vez más para someterlos a sus órdenes, independientemente de las condiciones en que fueron confinados.

La situación no es exclusiva de Ciudad Guayana. Hagler Rojas, secretario general de Un Nuevo Tiempo en Gran Sabana, denunció en su cuenta en Twitter @RojasHagler las precarias atenciones para las personas en cuarentena. Dijo que pasan días sin vigilancia médica, observados por milicianos y comidas en mínima cantidad.

El 28 de mayo, la periodista Antonieta La Rocca también se hizo eco de una denuncia sobre la situación en el Hotel Vizconde, en La Candelaria, Caracas. Se trataba de unos 130 venezolanos que regresaron de Colombia, y que a pesar de haber cumplido la cuarentena, no los dejaban salir sin importar que los resultados de las PCR dieran negativas.

Con información de Correodelcaroni.com

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