Denles de comer, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
No hay dinero suficiente para alimentar a todos los que tienen hambre en el mundo, son millones las personas que no tienen lo mínimo para cubrir sus necesidades básicas y saciar su hambre.
Jesús en varias ocasiones dio de comer a las multitudes pero no solucionó el problema de aquella gente, como mucho, dio de comer a unos pocos y un día pero al día siguiente volvieron a sentir la punzada del hambre.
El milagro de la multiplicación de los panes habla, en primer lugar, de la compasión de Jesús, el dolor de la gente, el hambre, la miseria, todo eso afecta a Jesús, eso vale para entonces y para ahora, hoy Jesús sigue estando cerca de todos los que sufren, no puede evitar su dolor, pero si puede alargar la mano para acompañar, compartir, para sentir con el otro, una forma de estar al lado de los demás, es la forma de estar de Dios porque precisamente el estar así es como Jesús revela a Dios.
Los apóstoles le hacen a Jesús un planteamiento realista y muy razonable; les pidió a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer, pero la reacción de Jesús les sorprende: «No hace falta que se vayan, denles ustedes de comer».
El hambre amigos, es un problema demasiado grave para desentendernos unos de otros y dejar que cada uno lo resuelva en su propio pueblo como pueda; no es el momento de separarse, sino de unirse más que nunca para compartir entre todos lo que haya, sin excluir a nadie. El milagro se inicia con la aparición de un niño que generosamente fue capaz de abrir su mochila y poner en común lo que tenía, a partir de ahí se producen milagros y hasta sobra comida.
El milagro no nace de cero, sino de las capacidad de los que están allí de abrirse a los demás y compartir lo que se tiene. El niño solo tenía 5 panes y dos peces, no importa, lo poco basta cuando se comparte con generosidad. Jesús manda a que te sienten todo en el suelo para celebrar una gran comida y de pronto todo cambia, los que estaban a punto de irse para saciar su hambre en su propia aldea se sientan juntos, así quiere ver Jesús a la comunidad humana y lo primero que hizo fue darle gracias a Dios, luego fue repartiendo los panes y los peces y le fue dando los discípulos, estos a su vez pudieron darle a la gente, todos pudieron saciar su hambre e incluso sobró.
Jesús hizo el milagro a partir de la generosidad de un niño de compartir lo que tenía, el milagro de Jesús produce la abundancia, la abundancia del Reino de Dios termina con la penuria, la miseria, la pobreza, la angustia, la muerte y nace la esperanza, la vida, el amor, la fraternidad, se abre la puerta a una nueva forma de vivir.
Por un momento, al compartir los panes y los peces lo han experimentado, igual que nosotros en la eucaristía experimentamos por un momento que Jesús, hecho eucaristía, hace de nosotros una familia y podemos seguir comprometidos con el sueño del reino. Hoy Cristo está diciéndonos que lo que hace falta es voluntad de compartir y de crear fraternidad como Jesús enseñó y el milagro se producirá, porque con Dios ¡siempre ganamos!
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