Dame de beber, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por María García de Fleury

En el relato de la creación de Génesis en el primer capítulo aprendemos una cosa sobre la obra de Dios, que él proporcionó el regalo del agua que iba a ser crucial para cada ser vivo que que luego sería creado. Aparte de eso, había simplemente una masa sin forma. Cuando Jesús habló de agua viva, la mujer samaritana entendió qué se trataba de agua dulce, como un bien disponibles regularmente que la salvaría de hacer tantos viajes al pozo.

Aunque más de 70 % de la Tierra está cubierta de agua, aproximadamente el 96.5 % de esa agua se encuentra en los océanos, y solo alrededor del 1% de toda el agua de la tierra es agua dulce, que realmente podemos usar. El agua dulce era preciosa y Jesús definitivamente había captado su interés y su atención.

Cualquiera que arme un jardín apreciará la necesidad de llevar agua a un jardín, después de todo si nos propusimos crear un jardín, debemos preocuparnos lo suficiente por el resultado, tal como para realizar el trabajo necesario.

Jesús le pidió a la mujer Samaritana que sacara agua del pozo para saciar su sed, para nosotros saciar la sed es inicialmente a través de la oración, entendiendo que la oración requiere un esfuerzo considerable de nuestra parte, debemos sacar el agua del pozo.

Así como proporcionar suficiente agua para satisfacer nuestras necesidades, requerirá innumerables viajes hacia y desde el pozo, también nuestra perseverancia en la oración requerirá un paralelo en la abnegación, la cooperación con la gracia y el crecimiento en la práctica de las virtudes para ser un verdadero seguidor de Cristo.

Esto se pone de manifiesto en el relato del evangelista Marcos cuando habla del joven rico; Jesús fue muy directo cuando le propuso a este joven «ve y vende todo lo que tienes», Jesús lo invitó a dar el salto de la fe desprendiéndose no solamente de sus riquezas materiales, sino también de aquellas riquezas espirituales que había adquirido con celo a través del esfuerzo humano ayudado por la gracia.

El joven, obediente en los mandamientos, no estaba a la altura de esta nueva obediencia, Jesús con tristeza los vio alejarse esclavizado por sus apegos.

Todo el mundo ama un jardín, es un pedazo de paraíso que a veces se encuentra dentro de un ambiente monótono,

un jardín recuerda nuestros primeros comienzos antes de la caída, cuando Adán y Eva caminaban con Dios en el fresco de la tarde en el jardin,

 George Bernard Shaw escribió una vez: «El mejor lugar para encontrar a Dios es un jardín, puedes cavar para él ir allí». Santa Teresa de Jesús, por su parte, demostraba como en las primeras tres mansiones debemos convertirnos en el jardinero, en el trabajador que cava, remover la tierra, arranca las malas hierbas, coloca la planta y tira de la cuerda para sacar agua del pozo.

Cuando Jesús ve nuestro intenso esfuerzo, no podrá sentir el impulso de venir a sentarse al borde del pozo, pedirnos de beber y luego animarnos con las palabras si conocieras el don de Dios. Cristo quiere calmar tu sed de Dios, acércate a él a través de los sacramentos, la oración y verás como tu voz llega hasta Dios, tu vida cambia, mejora, eres más feliz, porque con Dios ¡siempre ganamos!

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