Cuba: Una crisis pandémica
EFE
Raquel Rosabal, de 89 años, vive sola en una vieja casa con patio compartido en Santiago de las Vegas, al sur de La Habana. Con una pensión mensual de 245 pesos cubanos (unos 10 dólares), esta viuda subsiste gracias a la caridad de sus amigos y vecinos.
La economía cubana, ya en crisis por sus crónicas deficiencias estructurales, la reducción del sostén económico venezolano y el endurecimiento del embargo de EE.UU., recibe estos días el duro golpe de la pandemia del coronavirus.
Su efecto más inmediato es la escasez de productos básicos, que sencillamente desaparecen o cuyos precios se multiplican en el mercado negro.
Tres kilos y medio de arroz, dos de azúcar, medio litro de aceite de soja, un paquete de café mezclado, otro de pasta, 15 huevos, un puñado de granos y una libra de pollo conforman el contenido de la libreta de abastecimiento mensual que el Gobierno ofrece a precios subvencionados.
Pero treinta días son muy largos, incluso para el cubano más frugal. «¿A quién le da?», es la queja con la que Raquel responde a la pregunta de si las raciones le bastan para pasar el mes.
«Antes las cosas se conseguían con más facilidad. Ahora voy resolviendo como puedo, con ayuda de mis amistades que me hacen mandaos (recados) y me traen comida. Esta semana comí un pescado que me trajo mi vecina», relata la jubilada.
UN MES SIN PASTA DE DIENTES
Bajo un techo al borde del desplome, el salón de Raquel acoge una animada charla con otras dos vecinas del barrio: Marianela, ingeniera química de 55 años, y su hija Melissa, estudiante de 22. Pese a tener más recursos, para ellas la situación no es mucho más fácil.
«Estuvimos un mes sin pasta de dientes porque no entraba. Al final el tubo, que costaba un dólar, lo empezaron a vender en la calle por 4 o 5 dólares», protesta Melissa, que en marzo vio esfumarse su única fuente de ingresos al cerrar el restaurante donde trabajaba en el barrio turístico de la Habana Vieja.
Su madre no se muestra más optimista: «siempre ha habido necesidades y uno ha ido resolviendo por aquí o por allá, pero con esta situación todo ha aumentado de precio; hay dificultades, también por el bloqueo (embargo) pero hay cosas que no tienen que ver con el bloqueo», reflexiona.
La imagen más descriptiva de la situación actual se encuentra en la entrada de los supermercados: decenas de personas con mascarilla guardan turno durante horas para conseguir un litro de aceite o dos kilos de la codiciada carne de pollo, a precios similares a los de España o Estados Unidos. Otros productos como el jabón lavavajillas y el champú han desaparecido completamente del mercado.
Las colas se han convertido en algo tan habitual que en La Habana ya no se observa un comercio abierto sin gente esperando en la puerta.
TURISMO, REMESAS Y SECTOR PRIVADO
Para el economista cubano Ricardo Torres, de la Universidad de La Habana, la situación actual es «muy delicada», debido en parte a que Cuba arrastra un asfixiante déficit en la balanza de pagos y apenas produce una mínima parte de los alimentos y productos básicos para la población. El resto, más del 80%, ha de importarlo.
«Todo lo que implica la pandemia desde el punto de vista económico internacional empeora esa situación. Hay una disrupción del comercio mundial y eso perjudica a Cuba porque depende del intercambio internacional», indica.
La crisis del coronavirus afecta a dos de las principales fuentes de divisas y puntales de las finanzas del país: el turismo, que se ha reducido a cero en los dos últimos meses y medio, y las remesas.
«Lo más difícil de predecir es el comportamiento de las remesas, aunque con niveles de desempleo como los que vemos en EE.UU. es imposible imaginarse que no vayan a caer», afirma.
Además, los envíos informales de remesas llegaban en vuelos comerciales, ahora suspendidos; y el canal oficial, operado por la empresa Western Union, podría verse afectado por nuevas sanciones de EE.UU. cuyo alcance se conocerá a finales de esta semana.
La consultora con sede en Miami Havana Consulting Group (THCG) estimó en abril que la pandemia reducirá las remesas un 32%, de 3.700 millones de dólares en 2019 a unos 2.500 millones de dólares este año.
En el caso del turismo, nadie duda de la extrema dureza del impacto: «una recuperación llevara meses y años, ya que el sector turístico es muy sensible a estos tipos de afectaciones sanitarias», explica, por su parte, el economista cubano Omar Everleny.
Si el turismo se reduce el 60-80 % este año, Cuba podría perder entre 1.000 y 2.000 millones de dólares, cifra similar al presupuesto anual del país para importar comida, según publicó esta semana el medio de comunicación estatal Cubadebate.
El parón turístico, sumado al confinamiento y otras restricciones para evitar la propagación del virus, también ha noqueado al pujante sector privado de la isla. Muchos de los conocidos como «cuentapropistas», en especial en los sectores de alojamiento y hostelería, se han visto obligados a echar el cierre.
«Más de una tercera parte de los cuentapropistas ha solicitado una licencia de suspensión de actividad, y probablemente muchos más tienen el negocio inactivo», asegura el economista Ricardo Torres.
¿CAMBIO DE MODELO ECONÓMICO?
En esta coyuntura, los dirigentes cubanos han instado -al igual que en otras crisis del pasado- a incrementar y diversificar la producción de alimentos para reducir la dependencia de las importaciones.
Para los economistas, sin embargo, corregir los fallos estructurales de la economía cubana, aún aferrada en parte al obsoleto modelo soviético implantado hace seis décadas, requiere reformas más profundas.
Regularizar las pymes, liberalizar más el campo, descentralizar la toma de decisiones, eliminar los monopolios en sectores básicos, flexibilizar la inversión extranjera o acabar con la dualidad monetaria son algunas de las recetas que formula el economista Omar Everleny.
Torres, por su parte, cree que «el modelo actual no da respuesta a las necesidades que tiene el país y que la transformación en el sector pasa por el cambio en la estructura de propiedad y las formas de gestión», y propone «dar un espacio mucho más importante a los productores individuales y las formas no estatales».
Todos coinciden, no obstante, en que las reformas estructurales darán frutos a largo plazo, mientras las colas interminables, la escasez de alimentos básicos o la desaparición de artículos higiénicos son problemas que urge resolver de inmediato.
En el caso de la anciana Raquel, hace unos meses se planteó arreglar el techo de su casa, que parece querer derrumbarse cuanto antes. Pero ahora la única opción es dedicar todo recurso y esfuerzo a conseguir alimentos para complementar las raciones de la libreta.
«Mi techo está así, pero qué le voy a hacer yo. Mi destino es que me caiga», lamenta, resignada aunque sin perder la sonrisa.