¿Convertirse quién? ¿Yo?, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
La conversión no es un evento único, es un alejarse del pecado y volverse hacía Jesucristo una y otra y otra vez. Por ejemplo, podemos preguntarnos ¿Qué se necesita para convertir a un Saulo de un hombre que quería asesinar, a alguien que luego estaba dispuesto a convertirse en un mártir?, San Pablo.
Se necesita una relación con un Dios vivo, con un Dios misericordioso, puedes mirarte en el espejo y decir: “Yo no tengo título, no tengo teología, no tengo palabra”, pero ¿sabes?, si tienes la relación.
Cuando lees el libro de los hechos de los apóstoles podemos ver que ninguno de ellos decía, “vamos a buscar al más sabio, al que más estudió, al más inteligente, al mejor orador”, no, ellos dijeron tenemos que encontrar a alguien que conozca al señor, alguien que caminó con Jesús y que tenga alguna relación con él y eso es lo que se necesita, después podrás aprender todos los hechos, puedes estudiar, pero al final lo único importante es si conoces a Dios o no.
Lo que importa es si estas tan enamorado del señor que tienes compartir hablando sobre él, y ahí es donde comienza la verdadera conversión. Esta llamada a la conversión y a la santidad está en el centro de la historia del cristianismo y asume gran urgencia. La llamada a la conversión y a la santidad es universal y forma parte del tejido de cada tiempo y lugar, cada generación enfrenta desafíos particulares a su tiempo, hoy estamos enfrentados a desafíos por nuestra gente viviendo su fe.
Los desafíos que enfrenta la iglesia como institución, las parroquias, las escuelas, nuestros servicios de calidad y tantas otras entidades de la iglesia van variando y algunos de estos son los mismos de siempre, pero otros son propios de cada momento histórico. Algunos son únicos de nuestros días y sin embargo, se nos recuerda que Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre.
Es una fidelidad que se expresa en apartarnos el pecado y volvernos hacía Cristo, es una fidelidad enraizada en los sacramentos y es una fidelidad que nos une como miembros del cuerpo de Cristo. Por medio del sacramento de la confesión recibimos en Cristo que es el divino médico, el perdón de nuestros pecados, la gloria de este sacramento esta tanto en el perdón de los pecados como en el don de la gracia santificante, esa gracia que te limpia, que hace que estemos dispuestos para las gracias necesarias para resistir las tentaciones y permanecer fieles y santos en nuestra vida diaria.
Junto a la confesión la celebración constante de la eucaristía, el ofrecimiento diario de las oraciones, esas son las súper prioridades que deben guiarnos mientras buscamos seguir la llamada a la conversión y a la santidad. Debemos también ser la base respecto a otras iniciativas evangelizadoras y santificantes mientras apoyamos la vocación al matrimonio cristiano, a las vocaciones a la vida religiosa, a la vida consagrada.
Fortalecidos por la eucaristía, por la gracia de la confesión, y animados por la presencia de Cristo entre nosotros, nuestra fe católica profundizará sus raíces en nuestra vida diaria porque tendremos aún más relación con Dios y ¡con Dios siempre ganamos!