¿Cómo aumentar la libido femenina?
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Uno de los aspectos de la sexualidad que se suele resentir más con el tiempo es el deseo sexual, sobre todo en las mujeres. Pasada la época del enamoramiento y especialmente si estamos en una relación larga y duradera en el tiempo, puede llegar ese momento en el que el anhelo por la otra persona se reduce, disminuyen considerablemente el interés por mantener relaciones sexuales, así como las fantasías y pensamientos eróticos. En algunos casos incluso aparece malestar.
Sin embargo, antes de profundizar en las causas y las posibles soluciones es importante saber varias cosas sobre el deseo sexual, tal y como destacan las expertas consultadas:
El deseo cambia, evoluciona y se modifica a lo largo de la vida. Es decir, es absolutamente normal tener rachas de más deseo y rachas con menos deseo.
Cuando hablamos de deseo sexual el imaginario colectivo lo identifica con la pasión y los impulsos irrefrenables hacia la pareja. Sin embargo, existen diferentes tipos de deseo.
“Entender que el deseo impulsivo y espontáneo no es el único es clave para comprender qué pasa en las parejas de larga duración”, añade Carme Chacón, codirectora del Instituto de Sexología de Barcelona. Chacón establece tres tipos de deseo:
El impulsivo: es el que se relaciona con el enamoramiento. Cuando acabamos de conocer a alguien y el deseo nace de la necesidad de estar con esa persona todo el rato. Al principio existe un deseo sexual desaforado, pero conforme se estabiliza la relación es habitual que el deseo impulsivo disminuya. “Que este deseo impulsivo se convierta en sosegado no significa que las relaciones sexuales sean menos placenteras”, apostilla Chacón.
El activo: “Implica acción para provocar una reacción”, resume la codirectora del Instituto de Sexología de Barcelona, quien matiza que se trata de cultivar nuestro propio deseo y fomentarlo con ejercicios mentales o físicos.
El reactivo: el deseo de nuestra pareja activa el nuestro y hace que nos mostremos receptivas a tener relaciones sexuales aunque no tengamos ganas.
“La mujer tiene un bajo deseo sexual cuando se reduce considerablemente las ganas de intimar y mantener relaciones sexuales. Además, no está receptiva y no tiene fantasías o pensamientos sexuales”, señala Chacón.
Teniendo en cuenta esto, ¿cuándo podemos hablar de bajo deseo como algo problemático? Diana Lozano, sexóloga en Centro TAP. Tratamiento Avanzado Psicológico, indica que estaríamos en esa situación cuando la mujer lo ve como un problema, aparece malestar y tiene una sensación de pérdida con respecto a su fórmula anterior. Además, puede empezar a suponerle un coste si se siente diferente con respecto a las personas de su entorno. Si tiene pareja, empieza a repercutir en su relación.
“Suele haber dos factores que contribuyen a que el malestar aparezca; por un lado, el sentirme diferente –sentirme diferente de otras personas a las que esto no les pasa, así como diferente de mí misma en otros momentos de mi vida- algo que contribuye a la conciencia de que algo está ocurriendo, y por otro lado, si se tiene pareja, el ver que el desajuste en los niveles de libido de ambos/as es grande y se va haciendo cada vez más costoso para la relación”, explica Diana Lozano.
¿Por qué desciende el deseo?
Las causas son múltiples y variadas. Las expertas resumen las más comunes:
El tipo de educación moral y religiosa que ha recibido la mujer.
La toma de alguna medicación: algunos psicofármacos, pueden tener como efecto secundario la reducción del deseo.
Cambios en la respuesta sexual como consecuencia de la edad y la llegada a etapas como el embarazo, el posparto o la menopausia.
Una inadecuada educación sexual: “algunas mujeres llegan a consulta y vemos que no tienen deseo porque al final no sienten demasiado placer cuando mantienen relaciones sexuales y no llegan al orgasmo. Entonces dicen: ¿para qué me voy a poner si yo tampoco me lo paso bien? Esas situaciones reducen el deseo sexual”, añade Chacón.
Experiencias sexuales traumáticas.
La aparición de dificultades o sensaciones negativas asociadas a los encuentros eróticos o a la vivencia de la sexualidad. “El deseo no es más que las ganas de repetir aquellos encuentros, contactos o códigos eróticos que nos hacen sentir bien y nos conectan con el placer; si por la razón que fuera, está apareciendo malestar, molestias o dolor en los encuentros eróticos, muy probablemente el deseo vaya a reducirse o a desaparecer”, explica Lozano. “En este tipo de situaciones, evitar seguir exponiéndonos a las sensaciones negativas es una clave de mejora; no obstante, el deseo probablemente no volverá a los valores de base si no se elimina la causa de ese malestar y no se vuelven a asociar sensaciones, emociones y vivencias positivas a la sexualidad”
Problemas de intimidad con la pareja o de comunicación sexual que impiden explicar bien a la mujer qué es lo que quiere y le gusta.
La rutina: en las parejas de larga duración pueden acabar rutinizándose los guiones sexuales por las dos partes y tal y como señala Chacón, “al final todo es tan igual, que aparece la sensación de que todo es lo mismo va bajando el deseo porque ya sabes qué va a pasar y cuál es el siguiente paso que va a dar la otra persona”.
El estrés, la ansiedad y el bajo estado de ánimo. “En estos casos, siendo el bajo deseo secundario a estas realidades –es decir, que el bajo deseo es consecuencia de los estados psicológicos- el acompañamiento terapéutico deberá ir orientado a la mejora de los primeros, para que el deseo se reestablezca tras la mejoría a nivel psicológico”, apostilla Lozano.
Los problemas de pareja y problemas cotidianos sin resolver: desequilibrios dentro de la relación en las tareas de casa o cargas familiares desiguales resienten el deseo sexual en el caso de la mujer. Un reparto más equitativo de las tareas puede influir positivamente en que el deseo vuelva a aparecer.