¿Cómo abordar los miedos infantiles?
El País de España
El miedo es una de las emociones básicas que tenemos los seres humanos. Realmente se pasa muy mal cuando experimentamos dicha emoción. Hay personas que “disfrutan” viendo películas de miedo, pero en estas situaciones, se dan unas características que hacen que el miedo se pueda controlar. Cuando vemos largometrajes de terror, además de saber que no es real, tenemos la opción de “escapar” de esa situación, es decir, nos podemos tapar los ojos, podemos parar la película, etcétera. Esto no ocurre en la vida real.
Es por ello que cuando nuestros hijos nos dicen que tienen miedo es porque lo están pasando muy mal. Una de las características principales del miedo es la dificultad para controlarlo y la imposibilidad de escapar, de ahí que los niños se muestren tan dependientes cuando tienen miedo.
Partimos de la base de que el miedo es una emoción básica, como lo es también la alegría, la tristeza, la curiosidad o la rabia.
Es una emoción de defensa: las emociones se pueden clasificar en dos grandes grupos: las emociones que permiten que nos aproximemos y las que nos hacen alejarnos. El miedo, sin lugar a dudas, nos hace defendernos y alejarnos.
Intensidad: los miedos son muy intensos y por eso los niños lo pasan muy mal cuando lo experimentan. Las emociones desagradables (miedo, tristeza, rabia) son más intensas que las agradables (alegría o curiosidad).
Escasa duración: decíamos que el miedo aparece de forma súbita, pero afortunadamente, suele durar muy poco tiempo. Los estudios llegan a la conclusión de que una emoción suele durar de media un máximo de dos minutos.
Ocurre irremediablemente: la voluntad no es suficiente para evitar tener miedo. Ya nos gustaría poder eliminar miedos y fobias sólo con pensarlo. Las personas que tienen miedo a montar en avión no se sienten cómodos volando por el simple hecho de saber que es el medio de transporte más seguro. Por lo tanto, queramos o no queramos, las emociones surgen, y el miedo no es una excepción. No podemos hacer nada para que nuestros hijos no sientan miedo, pero lo que sí que podemos hacer es enseñarles estrategias para gestionar y controlar dicho miedo. Debemos tener cuidado con proponernos eliminar los miedos, puesto que no se puede ni es conveniente.
Cuando sentimos miedo, reaccionamos: dado que todas las emociones se producen de manera automática e involuntaria, cuando nuestros hijos experimentan el miedo en su cuerpo están reaccionado, no están respondiendo. Esto quiere decir que no son dueños ni controlan sus reacciones.
El miedo es subjetivo: cada uno de nosotros tenemos miedo a diferentes lugares, animales, objetos, etc. Todos tenemos miedo pero a diferentes cosas o situaciones. Cualquier emoción es subjetiva.
Universal: todos los seres humanos tenemos miedo. Es verdad que hay diferencias entre niños, ya que hay niños más temerosos y sensibles y otros que son más valientes, pero todos tenemos miedos.
Los miedos se dan por cosas que vemos en el exterior o bien por algo que estamos imaginando: en ocasiones, nuestros hijos tienen miedo a algo que le están dando vueltas en sus cabezas (bronca que le ha echado papá, divorcio de sus padres, muerte, daño, etc). Muchas veces el miedo es imaginado y no real (un monstruo que hay detrás de la cortina).
La emoción de miedo no suele venir sola: lo normal es que el miedo venga acompañado de una sensación corporal (temblor, rigidez muscular), pensamientos negativos (me voy a morir, algo malo va a pasar, alguien me va a hacer daño) y acciones (querer marcharse del lugar temido).
Es contagioso: ¿habéis sido conscientes de lo rápido que se contagia una emoción en un grupo de personas? Cualquier emoción es fácilmente transmitida a los demás. Por ejemplo, al ver películas de miedo con un grupo de amigos, dicha emoción al ser experimentada por una persona acaba contagiándola al resto.
Necesario para la supervivencia: necesitamos del miedo para poder sobrevivir. Nos da información de aquellos lugares, animales y personas que pueden ser nocivos y, al activar el miedo, se pone en marcha la conducta de escape y protección.
Es verdad que hay diferencias entre niños, ya que hay niños más temerosos y sensibles y otros que son más valientes, pero todos tenemos miedos
Una vez que hemos visto las características que tiene el miedo, vamos a desarrollar algunas estrategias concretas y sencillas para poder ayudar a nuestros hijos en situaciones en las que están pasando miedo.
Veamos algunas de estas estrategias de intervención:
1) No racionalizar los miedos: ya hemos comentado que el niño no puede elegir tener miedo o no, ya que esta emoción surge de manera involuntaria, automática e inconsciente. Es por ello que no conviene racionalizar los miedos con comentarios como “no entiendo cómo tienes miedo de un caniche”, “ves como cuando quieres, puedes” o “el colegio es muy divertido, te tiene que gustar”.
2) Legitimar los miedos: si el miedo es subjetivo, es decir, de cada persona, debe ser aceptado y legitimado siempre. Los niños no elijen tener miedo por placer, por lo tanto, debemos aceptar y respetar sus miedos, sean los que sean. Aquí no entra en juego nuestra opinión ni, como decíamos antes, debemos racionalizar los miedos.
3) Ayuda a tu hijo a reconocer sus miedos: uno de los primeros pasos que debemos dar para superar un miedo es reconocer que lo tenemos. Es ahí donde la ayuda del adulto es fundamental (mamá, papá, profesores, etc). En aquellas situaciones donde el niño tenga miedo, debemos explicarle que el miedo viene acompañado de otros elementos. Le diremos que el miedo se suele manifestar a través del cuerpo en forma de sensaciones (tensión muscular), pensamientos negativos (me va a pasar algo malo) y en acciones o conductas (tener ganas de salir corriendo hacia mamá o papá para que le protejan). De esta manera ayudaremos a nuestro hijo a poder reconocer el miedo.
4) Nombrar para dominar: si cada vez que el pequeño tiene miedo, lo que hacemos es tranquilizarle y etiquetar la emoción que está sintiendo, estamos favoreciendo el reconocimiento futuro de sus miedos. Podemos decirle algo parecido a esto: “María, no te duermes porque tienes mucho miedo. Es algo muy normal. Mamá y papá también tenemos miedo a otras cosas. Te das cuenta cómo estás hecha una bolita en la cama y tienes los músculos agarrotados. Eso se llama miedo cariño”.
5) Sintoniza con sus miedos y actúa de manera responsiva: para poder sintonizar con los miedos de nuestros hijos necesitamos ser empáticos y comprensivos con ellos. Una vez que hayamos identificado su miedo, debemos actuar de tal manera que nos hagamos cargo de lo que necesiten. Dado que no son capaces por ellos mismos de solucionar dicha situación, les ayudaremos a tranquilizarles y a que vayan adquiriendo herramientas para afrontar sus miedos de manera autónoma. Cada niño tiene una manera de tranquilizarse y de ahuyentar el miedo: siendo abrazado, contándole un cuento, haciéndole masajes, etc.
6) Comprender no es justificar: es importante que distingamos entre comprensión y justificación. El hecho de que comprendamos que nuestro hijo ha pegado a su hermano porque tenía miedo no quiere decir que estemos justificando dicha conducta, pero sí que nos debemos mostrar comprensivos y empáticos con él. Podremos castigar o reprochar su conducta, pero jamás a su persona.
7) Mirada incondicional: en la misma línea que lo que acabamos de decir, es imprescindible que nuestros hijos no se sientan evaluados por el hecho de tener determinado miedo. Tenemos que mirar a nuestros hijos de manera incondicional. Les queremos por el simple hecho de existir y de ser nuestros hijos. Que sean más o menos miedosos no aumentan ni disminuye nuestro amor hacia ellos.
8) No preguntar el porqué de sus miedos: dado que nosotros los adultos somos los expertos emocionales (o deberíamos serlo), no debemos preguntar nunca a los niños por qué sienten miedo. Somos nosotros los que les tenemos que dar una explicación de por qué tienen miedo. En muchas ocasiones escuchamos a padres hacer este tipo de preguntas a sus hijos: ¿Por qué tienes miedo al examen de Sociales? Os propongo una alternativa más asertiva y respetuosa. “Miguel, lo que te pasa es que tienes miedo a suspender el examen de mañana. Es normal cariño. Siempre que nos examinamos o nos evalúan tenemos miedo”. Es muy importante que les pongamos ejemplos de situaciones en las que nosotros también sentimos miedo.
En definitiva, ayudar a un niño a superar un miedo es algo difícil y que requiere de mucho tiempo y paciencia. Los miedos no se “eliminan” de la noche a la mañana. Lo más importante es que entendamos que nuestros hijos no tienen control sobre sus miedos y que nos necesitan a su lado. Al igual que no le quitaríamos la muleta a un niño que se acaba de hacer un esguince de tobillo, debemos tener presente que el camino hacia la autonomía emocional es largo y costoso, requiriendo de grandes dosis de cariño y de paciencia. ¡Ánimo papis en vuestro viaje! ¡Coged aire y a por ello! Vuestros hijos os necesitan seguros, tranquilos y descansados. Sois sus superhéroes favoritos.
Trabajo especial de El País de España